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Mientras Juan de Mena, Juan de la Encina y Guevara continúan en España el impulso pedantesco y mitológico de D. Enrique de Villena y su discípulo el marqués de Santillana, la poesía cristiana y pura se refugia en las obras religiosas de Fernan Perez de Guzman.

Y más raro es aún, dada la perfecta armonía de su estilo y la unidad de pensamiento que en el conjunto se nota, que haya podido creerse que el primer acto fue escrito por un autor, atribuyéndose, ya a Juan de Mena, ya a Rodrigo de Gota, y que son obra de otro autor los veinte actos restantes, en nada inferiores al primero.

La intención de seguir las huellas de Dante vese tan marcada en este poema, aun más que en el Laberinto de Juan de Mena. Pero el asunto del vate cartujano dábale material más apropósito para seguir la imitación de la Divina Comedia.

Brillaban en ella, al lado del marqués de Villena, ya citado, el marqués de Santillana, Juan de Mena, Gómez Manrique y otros muchos caballeros y señores, cuyas obras se reunieron en el Cancionero de Baena, y pasaron luego en parte al Cancionero general.

En conclusión, para que todos sean artistas en Lucban diré á ustedes que mi querido amigo Fr. Samuel Mena, su cura párroco, es entre otras cosas buenas, un excelente músico, y vean mis lectores cómo rodando rodando, hemos vuelto adonde partimos.

tiene; tiene á San Isidoro de Sevilla, en erudicion; á D. Alonso el Sábio, en leyes; á Santa Teresa de Jesus, en disciplina y en ejemplo; á Juan de Mena, el marqués de Santillana, Garcilaso, Fray Luis de Leon, los Argensolas, Lope de Vega, Quevedo, Góngora, Rioja y Herrera, en poesía lírica; á Calderon, en poesía dramática; al soldado Alonso de Ercilla, en poesía épica; al autor del Quijote, en el romance; á Blasco de Garay, en el invento; al Padre Mariana, en historia; al Padre Isla, en sátira; al Padre Feijóo, en crítica; á Vives, en literatura filosófica; á Campomanes, en organizacion social; á Jovellanos, en economía; á Florez Estrada, en hacienda; y así otros muchos que no recuerdo en este instante.

En cambio del anterior, recomiendo á los aficionados á la pintura que pasen por Lucban, una Purísima que el Padre Mena tiene en el salón del convento, sacada de entre el polvo y las telarañas que ha muchos años ocultaban su mérito en la húmeda meseta de la escalera. Según las crónicas de la orden de San Francisco, la iglesia y convento que hoy existen fueron concluidos el año 1738.

Mena, Envio, Pacunio y Livio español, escribió la poesía antigua; la media, Garcilaso, que pulimentó sus versos, y describió las selvas y los amores pastoriles, y Lope, por último, la nueva, y es nuestro Marrón y nuestro Ovidio, porque tal es su nombre, no el de Terencio, puesto que la naturaleza lo ha hecho Marrón y Ovidio.

La iglesia, el convento y el tribunal. Dos cuadros. Un cocinero municipal y una mestiza tendera. Aguas constantes. Higrómetros y termómetros. Frío. Las frondas del gran Banajao. Artes y oficios. La niña, la hermana y la madre. Tejedoras. Petacas y sombreros. Música fuerte y música débil. Fray Samuel Mena. El pretil del convento. La campana de las ánimas. Cofradías. La guardia de honor de María.

Llegaban los peones fatigados por el trabajo de romper los bloques arrancados por el barreno, de cargar los pedruscos en las vagonetas, de arrastrarlas hasta el depósito de mena y volverlas á su primitivo sitio.