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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


Las bibliotecas públicas con que cuenta Paris son muchas y notables, mereciendo ser citadas la Imperial de la calle Richelieu, la del Instituto, Escuela de medicina, Santa Genoveva, Louvre y otras varias.

El libro es hermoso..., un magnífico libro, Rita; pero ella está muy débil y enferma para una medicina tan amarga, y toma del libro, cada día, lo que tiene más de cauterio y revulsivo para curar los males en almas fuertes y viriles.... Así se pone peor..., así se está matando.... ¿Pero está picada del pecho, señorito? Picada está de locura....

Era la sangre corrompida por el susto, que no podía salir y la mataba. Pero don Fernando movía la cabeza. Su afición a la medicina, sus lecturas desordenadas pero extensas, durante los largos años de reclusión, su continuo contacto con la desgracia, le bastaban para reconocer la enfermedad a la primera ojeada.

De te decir que si quisieras paga por los azotes del desencanto de Dulcinea, ya te la hubiera dado tal como buena; pero no si vendrá bien con la cura la paga, y no querría que impidiese el premio a la medicina. Con todo eso, me parece que no se perderá nada en probarlo: mira, Sancho, el que quieres, y azótate luego, y págate de contado y de tu propia mano, pues tienes dineros míos.

Así que el Letrado, que no sabe mas que las leyes, no puede resolver por solo con acierto los casos que llevan adherentes de Física, Medicina, Política, Agricultura y otras Artes.

Hoy le he dicho a Orfila que se pase por casa». Este Orfila era un estudiantillo de último año de Medicina, que se llamaba lo mismo que el célebre doctor, y curaba, es decir, recetaba a los amigos y a las amigas de los amigos. Un día, al salir de clase, dijo Olmedo a Rubín: «Vete por casa si quieres ver una mujer... hasta allí.

Y dando golpecitos á la caja, Aquí tengo yo, como en las cajas de los médicos, añadía en voz alta en mal tagalo, la vida y la muerte, el veneno y la medicina, y con este puñado puedo sumir en lágrimas ¡á todos los habitantes de Filipinas! Todos le miraban con terror y comprendían que tenía razon.

Y, tomando algunas hojas de romero, de mucho que por allí había, las mascó y las mezcló con un poco de sal, y, aplicándoselas a la oreja, se la vendó muy bien, asegurándole que no había menester otra medicina; y así fue la verdad. Capítulo XII. De lo que contó un cabrero a los que estaban con don Quijote

Nunca tuvo dolencia de otro género, de manera que á haber vivido Felipe el Hermoso mucho tiempo, hubiera tenido que espiar su mal proceder para con esta reina, acreedora de mejores miramientos. A principios del año 1555 empezó á enfermar de bastante consideracion; llegando hasta el punto de no querer tomar ninguna medicina.

Así en la Medicina como en la Historia pueden señalarse muchos, que traen hechos falsos, y ellos los tuvieron por verdaderos. DIOSCÓRIDES asegura muchas cosas falsísimas. Lo mismo hacen los que creen fuera de propósito las virtudes de muchos remedios.

Palabra del Dia

vengado

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