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Actualizado: 25 de junio de 2025


Y púsola en un poyo. Estaba yo con esto desvanecido y hecho dueño de la venta. Dijo una de las mujeres: ¡Qué buen talle de caballero! ¿Y va a estudiar? ¿Es V. Md. su criado? Yo respondí, creyendo que era así como lo decían, que yo y el otro lo éramos.

Y ya que estaba apartado, volvió con gran prisa, y llamándome a voces, estando en el campo donde no nos oía nadie, me dijo al oído: -Por vida de V. Md., que no diga nada de todos los altísimos secretos que le he comunicado en materia de destreza, y guárdelo para , pues tiene buen entendimiento. Yo le prometí de hacerlo, tornóse a partir de , y yo empecé a reírme del secreto tan gracioso.

Preguntáronme su nombre, y no bien lo dije, cuando el uno de los estudiantes se llegó a él medio llorando y dándole un abrazo apretadísimo, dijo: -Oh, mi señor don Diego, ¿quién me dijera a , agora diez años, que había de ver yo a V. Md. de esta manera? ¡Desdichado de , que estoy tal que no me conocerá V. Md.!

¿Qué cosa puede ser -le dije yo- que, conviniendo tanto, sea imposible y no se pueda hacer? ¿Quién le dice a V. Md. -dijo luego- que no se pueda hacer?. Hacerse puede, que ser imposible es otra cosa.

Han de saber V. Mds. que estando hoy en San Salvador, llegó un niño a este pobrete, y le dijo que si era yo el alférez Joan de Lorenzana, y dijo que , atento a que le vio no qué cosa que traía en las manos. Llevómele, y dijo, nombrándome alférez: «Mire V. Md. qué le quiere este niño». Yo que luego entendí la flor, acepté.

Mi amo, pues, como más nuevo en la venta y muchacho, dijo: -Señor huésped, déme lo que hubiere para y mis criados. -Todos los somos de V. Md. -dijeron al punto los rufianes-, y le hemos de servir. Hola, güésped, mirad que este caballero os agradecerá lo que hiciéredes. Vaciad la dispensa. Y, diciendo esto, llegóse el uno y quitóle la capa, y dijo: -Descanse V. Md., mi señor.

Decíame que Joanelo no había hecho nada, que él trazaba agora de subir toda el agua de Tajo a Toledo de otra manera más fácil. Y sabido lo que era, dijo que por ensalmo: ¡Mire V. Md. quién tal oyó en el mundo! Y al cabo, me dijo: -Y no lo pienso poner en ejecución si primero el Rey no me da una encomienda, que la puedo tener muy bien, y tengo una ejecutoria muy honrada.

¡Que no son aves! -dijo volviéndose a -. Mire V. Md. lo que es no saber. Déme los asadores, que no los quiero sino para esgrimir; que quizá le valdrá más lo que me viere hacer hoy que todo lo que ha ganado en su vida.

Yo entonces le dije, tornándole a apartar: -Señor, perderse ha V. Md. si hace eso, porque antes importa que todos V. Mds. entren sin espadas, y uno a uno, que ellos están en los aposentos y traen pistoletes, y en viendo entrar con espadas, como saben que no la puede traer sino la justicia, dispararán. Con dagas es mejor, y cogerlos por detrás los brazos, que demasiados vamos.

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