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Actualizado: 25 de junio de 2025


Tan presto saltó el descomulgado pariente de mi amo (digo el estudiantón) y dijo: -Aunque V. Md. me perdone, señor hidalgo, debe de saber poco de cortesía. ¿Conoce, por dicha, a mi señor primo?

Di yo con este desatino una gran risada, y él entonces mirándome a la cara, me dijo: -A nadie se lo he dicho que no haya hecho otro tanto, que a todos les da gran contento. -Ese tengo yo, por cierto -le dije-, de oír cosa tan nueva y tan bien fundada, pero advierta V. Md. que ya que chupe el agua que hubiere entonces, tornará luego la mar a echar más.

Por no cansar a V. Md., vengo a decir que cobré y embolsé mi dinero, el cual mi tío no había bebido ni gastado, que fue harto para ser hombre de tan poca razón, porque pensaba que yo me graduaría con este, y que estudiando, podría ser cardenal, que como estaba en su mano hacerlos, no lo tenía por dificultoso.

Diome a gran risa de ver en lo que ponía la soldadesca, y eché de ver que era algún picarón gallina, porque ya entre soldados no hay costumbre más aborrecida de los de más importancia, cuando no de todos. El ermitaño le dijo: -Y ¿dónde dejó V. Md. el saco de Amberes, que ese me parece de las Navas-, y que sería de más abrigo el de Amberes.

Agora q. son las vj de la tarde, 30 deste, me dan la carta de v. md. sobre lo que el Sr. de Villaroel le encomendó que me escriviese cerca de aquel don diego de Robles, y Veray, y Aragon, y a la misma hora me pongo a responder. Y aunque V. m. ha dicho todo lo que yo se, por lo que se deue a la obediencia digo.

En parte me dio gana de reír, pero por no detenerme, que se me hacía tarde, le dije: -Señor, esta premática es hecha por gracia, que no tiene fuerza ni apremia, por estar falta de autoridad. ¡Pecador de ! -dijo muy alborotado-, avisara V. Md. y hubiérame ahorrado la mayor pesadumbre del mundo. ¿Sabe V. Md. lo que es hallarse un hombre con ochocientas mil coplas de contado y oír eso?

No pude porfiar, perdido de risa de ver la suma ignorancia; antes le dije cierto que eran dignas de cualquier premio y que no había oído cosa tan graciosa en mi vida. ¿No? -dijo al mismo punto-; pues oya V. Md. un pedacito de un librillo que tengo hecho a las once mil vírgenes adonde a cada una he compuesto cincuenta octavas, cosa rica.

Yo, que vi que de la camisa no se veía sino una ceja, y que traía tapado el rabo de medio ojo, le dije: -Por Dios, señor, si V. Md. no aguarda a sus criados, yo no puedo socorrerle, porque vengo también atacado únicamente. -Si hace V. Md. burla -dijo él, con las cachondas de la mano-, vaya, porque no entiendo eso de los criados.

Podemos decir que ha vuelto en ; no resta agora sino perseverancia que se mida con la que yo tendré. El locutorio dudo por hoy, pero no deje de venirse V. Md. a vísperas, que allí nos veremos, y luego por las vistas, y quizá podré yo hacer alguna pandilla a la abadesa. Y adiós», etc. Contentóme el papel, que realmente la monja tenía buen entendimiento y era hermosa.

Yo le dije que le aseguraba de que me había persuadido a muy diferentes cosas de las que veía. -Pues aún no ha visto nada V. Md. -replicó-, que hay tanto que ver en como tengo, porque nada cubro. Veme aquí V. Md. un hidalgo hecho y derecho, de casa de solar montañés, que si como sustento la nobleza me sustentara, no hubiera más que pedir.

Palabra del Dia

rigoleto

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