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Actualizado: 25 de junio de 2025


Y empezaba luego; y yo, por divertirle, decía: ¿No ve V. Md. aquella estrella que se ve de día? A lo cual, dijo: -En acabando éste, le diré el soneto treinta, en que la llamo estrella, que no parece sino que sabe los intentos de ellos.

Saltó en esto y dijo: ¿Cómo lo que yo? ¡Voto a Dios!, ni lo que García de Paredes, Julián Romero y otros hombres de bien, ¡pese al diablo! que entonces no había artillería, ¡voto a Dios!, que no hubiera Bernardo para un hora en este tiempo. Pregunte V. Md. en Flandes por la hazaña del Mellado, y verá lo que le dicen. ¿Es V. Md. acaso? -le dije yo.

De puro considerar en él, vine a resolverme de ser bellaco con los bellacos, y más, si pudiese, que todos. No si salí con ello, pero yo aseguro a V. Md. que hice todas las diligencias posibles. Lo primero, yo puse pena de la vida a todos los cochinos que se entrasen en casa y a los pollos de la ama que del corral pasasen a mi aposento.

»Habiendo deseado recoger todas las comedias de V. md., más para crédito de mi buena elección, que para vanidad de mi inteligencia, he hallado tan confundidos sus títulos y tan menoscabado su número, que me he resuelto á recurrir á V. md., para que pasando de oráculo de los ingenios en común oráculo de su ingenio, en particular me declare estas dudas, pues no puede haberla en que será más digno empleo de su numen el desagraviarse de los descuidos propios ó de las equivocaciones ajenas, que el haber por tan dilatado curso de años sido objeto de los aplausos ajenos con los cuidados propios, cuanto va de ser V. md. quien se califique, á ser los demás los que le veneren.

Y si supiera quién era yo le hiciera una sátira con tales coplas que le pesara a él y a todos cuantos las vieran de verlas. ¡Miren qué bien le estaría a un hombre lampiño como yo la ermita! ¡O a un hombre vinajeroso y sacristando ser mozo de mulas! Ea, señor, que son grandes pesadumbres esas. -Ya le he dicho a V. Md. -repliqué- que son burlas, y que las oiga como tales.

Y lo que de esta insinuación me ha de dar V. md. en agradecimientos, démelo en puntualidades, que me serán la verdadera satisfacción; y en el ínterin que se logra, hágame V. md. el gusto de enviarme, también con las comedias, una memoria aparte de los títulos de todos sus autos, y trate V. md. de no negárseme á uno ni á otro, engañando su modestia con su atención.

Despedíme de todos; fuéronse, y yo, que entendí salir de mala vida con no ser farsante, si no lo ha V. Md. por enojo, di en amante de red, como cofia, y por hablar más claro, en pretendiente de Antecristo, que es lo mismo que galán de monjas.

-Crea V. Md. -dijo, después de haber pescado la mosca-, que en nosotros está todo el juego, y que si uno da en no ser hombre de bien puede hacer mucho mal. Más tengo yo en galeras de balde, por mi gusto, que hay letras en el proceso. Fíese de y crea que le sacaré a paz y a salvo.

Roguéle que me los dijese, y al punto, sacando de las faldriqueras un gran papel, me mostró pintado el fuerte del enemigo y el nuestro, y dijo: -Bien ve V. Md. que la dificultad de todo está en este pedazo de mar..., pues yo doy orden de chuparle todo con esponjas y quitarle de allí.

Y el estudiante maldito voceaba: -Señor primo, otra vez rásquese cuando le coman y no después. El otro decía: -Sarna de V. Md., señor don Diego. Nosotros dimos en no hacer caso; Dios sabe cuán corridos íbamos. Con estas y otras cosas, llegamos a la villa; apeámonos en un mesón, y en todo el día, que llegamos a las nueve, acabamos de contar la cena pasada, y nunca pudimos en limpio sacar el gasto.

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