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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Recibió al mediodía una carta de ellos anunciándole que esta tarde vendrán, acompañados de un notario, a requerir a la niña para que declare si acepta o rechaza la herencia. EVARISTA. ¿Y ante esa conminación...? DON URBANO. Nada: tan tranquilo el hombre, repitiendo la fórmula que le pinta de un solo trazo: «Confío en Dios.» Los mismos; MÁXIMO, el MARQU
Hoy me encuentro tan nerviosa, tan nerviosa... Tómeme usted el pulso, Isidorito, y dígame usted si tengo fiebre. Al sacar la mano enflaquecida y dársela al joven, don Mariano y don Máximo, que charlaban animadamente en el hueco de un balcón, dirigieron la vista hacia allí y sonrieron. Doña Gertrudis se ruborizó un poco y volvió a ocultar su mano velozmente dentro de la manta.
Arrodillándome sobre el reborde, adelanté el cuerpo por debajo del tubo hasta poner mi rostro a media vara del suyo. Era Máximo Holf, un hombrachón, hermano de Juan. Deslicé la mano hasta el cinto y saqué el puñal. El recuerdo de aquel momento es el que más me remuerde en mi vida, y no quiero ni pensar si fue aquél un acto varonil o una traición.
Tu madre, Máximo me dijo, se pone cada vez más caprichosa. Sufre tanto, ¡padre mío! Sí, sin duda; pero tiene un capricho muy singular; desea que estudies derecho. ¡Yo, derecho! ¿cómo quiere mi madre que á mi edad, con mi nacimiento y en mi situación vaya á arrastrarme en los bancos de una escuela? Eso sería ridículo.
PANTOJA. No he pretendido que me reveles tus intenciones. ¿Para qué, si las conozco? ELECTRA, MÁXIMO, el MARQU
Silbe usted también ordené a Sarto, para llamar a nuestra gente y entretanto icemos el cuerpo que ahí traigo. No hablemos ahora. Llegaron nuestros hombres y apenas tuvimos el cadáver de Máximo en tierra, vimos a tres jinetes que saliendo del otro lado del castillo, se dirigían hacia nosotros, aunque no podían vernos todavía, porque estábamos a pie.
No hubo otro medio de reducirla a bañarse exclamó al advertir la admiración de Julián ; y como don Máximo dice que el baño le conviene.... No me pasmo yo de ella respondió el capellán , sino de él, que le teme más al agua que al fuego. A trueque de estar con la nena replicó Nucha , se deja él bañar aunque sea en pez hirviendo. Ahí los tiene usted en sus glorias. ¿No parecen un par de hermanitos?
Merchán se enoje, tiene España razón para llamar ingratos á sus rebeldes hijos de Cuba. ¿Qué habrá quitado España para enriquecerse á Maceo, á Máximo Gómez ó á Quintín Banderas? En cuanto á los fraudes y depredaciones de nuestros empleados, no poco hay también que objetar. Mucho crédito, por ejemplo, merece D. Eduardo Dolz; pero ¿acaso no puede equivocarse ó exagerar involuntariamente?
Máximo respondió: Es joven en años, pero la creo muy adelantada para su edad. Su voz dura me hirió tanto como la mordaz ironía de sus palabras, cuyo sentido yo sólo comprendía. Pensaba en las fatales cartas que me había visto ocultar. ¡Oh! ¡Con qué ganas le hubiera arrojado al rostro la verdad! ¡Cómo le hubiera dicho que guardase sus desprecios para la que los merece!
Yo no creo que se atrevan nunca a intentar nada por ese lado. Y si no que lo diga el marqués... Ricardo no oyó bien las últimas palabras de don Máximo porque estaba saludando con sonrisa apasionada a María, que entraba a la sazón. Después que se hubo sentado cerca de doña Gertrudis y cambiado con él algunas miradas, fue cuando se acordó de la pregunta que le dirigían.
Palabra del Dia
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