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Dolly escuchaba con aire piadoso, dirigiéndole miradas a Marner con cierta confianza de que aquellos acentos contribuirían a atraerlo a la iglesia.

Los años sólo habían agregado un hecho importante, a saber: que maese Marner había juntado en algunas partes una bonita suma de dinero, y que si quisiera podría comprar los bienes de los que se daban más importancia que él.

En cuanto a la ausencia de pasos, y a los ladrillos y la arena que no habían sido removidos, vuestros ojos son bastante parecidos a los de un insecto, maese Marner; estáis obligado a mirar de tan cerca, que no podéis ver muchas cosas a la vez.

Podíais saber eso sin que mi madre os lo dijera interrumpió Aarón ; maese Marner creo que también sabe que estoy dispuesto a prestarle mi ayuda de buena gana. No me querrá desairar quitándome esta tarea de entre las manos.

Después trataban de alentarlo, diciéndolo: «Qué tal, maese Marner, no sois más desgraciado que los otros pobres, al fin y al cabo; y si llegarais a quedar imposibilitado, la parroquia os daría socorro». Supongo que una de las razones porque somos incapaces de consolar al prójimo con palabras, es que nuestras intenciones se corrompen a pesar nuestro antes de pasar por nuestros labios.

Vamos, maese Marner, ¿no tenéis qué responder, a esto? dijo al fin el señor Macey con un tono lentamente impasible. ¡Ah! respondió Marner con lentitud, sacudiendo la cabeza entre las manos , os doy las gracias, os doy las gracias con todo corazón.

Yo hubiera pensado, Marner dijo con tono severo , que vuestro afecto por Eppie os haría ver con regocijo una cosa de que depende su felicidad, aunque eso os obligara a hacer algún sacrificio. Debierais acordaros de que vuestra vida es incierta y que Eppie ha llegado ahora a una edad en que su suerte puede pronto resolverse de una manera muy distinta de lo que sucedería en casa de su padre.

Godfrey, a quien la experiencia no había preparado para comprender todo el alcance de las sencillas palabras de Marner, volvió a ser presa de una gran irritación.

Quizá les habían oído decir a sus padres, a medias palabras, que Silas Marner podía curar el reumatismo si quería, y agregar, más misteriosamente aún, que, si se sabía captarse a aquel diablo, podía evitar los gastos de médico.

A veces sucedía que Marner, al detenerse para arreglar algún hilo irregular, notaba la presencia de los chicuelos. Aunque fuera avaro de su tiempo, le desagradaba tanto que lo importunaran aquellos intrusos, que bajaba de su telar, abría la puerta y fijaba en ellos una mirada que bastaba siempre para nacerlos huir asustados.