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Actualizado: 18 de julio de 2025
Pero ¿ha visto usted me decía qué joyas tan bellas producen esos gringos? La joya bella era el automóvil recién llegado: una máquina esbelta, ligera, incansable, como un corcel de ensueño. No quiero decir la marca. Creerían ustedes que estoy pagado por la casa constructora. Baste decir que era un gran automóvil, el mejor de los Estados Unidos, y no añado más. Yo lo admiraba tanto como mi general.
¡Esa marca la tenía él! continuó con una especie de fiero arrebato. ¡Tan determinado estaba á revelarlo todo! ¡El ojo de Dios la veía! ¡Los ángeles estaban siempre señalándola! ¡El enemigo malo la conocía muy bien y la estregaba constantemente con sus dedos candentes!
Y por último el inglés Dechard, de cara estrecha y larga, cabello cortado al rape y bronceado color. Tenía muy arrogante presencia, ancho de hombros, delgada la cintura. «Buena espada, pero un bribón de marca,» me dije al verlo. Le hablé en inglés, con ligero acento extranjero y vi asomar a sus labios una sonrisa, que reprimió en seguida.
Los hijos se habrían contentado con uno nada más, pequeño, flamante, exhibiendo la marca de moda. Pero Desnoyers no era hombre para desperdiciar las buenas ocasiones, y, uno tras otro, había adquirido los cuatro, tentado por el precio. Eran enormes y majestuosos como las carrozas antiguas. Su entrada en una calle hacía volver la cabeza á los transeúntes.
El Sol marca las doce en puntos cada vez más elevados sobre el horizonte, alejándose cada vez más del ecuador celeste.
A pesar de todo el genio que se derroche en el desenvolvimiento de tal fábula tomada como ejemplo, otra fábula cualquiera podrá servir para demostrar lo contrario: los desenlaces no son las conclusiones.» Esto precisamente marca el gran relieve artístico de Capus, en cuyo teatro no hay «desenlaces», dando á esta palabra su restringida significación tradicional.
Y así, mientras se hallaba en el tablado, ocupado en la tarea de esta vana muestra de expiación, se vió Dimmesdale sobrecogido de un gran horror, como si el universo entero estuviera contemplando una marca escarlata en su seno desnudo, precisamente encima de la región del corazón.
Nada más vistoso que la perspectiva de aquella gran casa de los opulentos Dominicos. Su fachada, recargadísima de adornos, marca la transición del gótico al plateresco, y luce todas las galas y fantasías de este singular estilo, medio gentil y medio cristiano.
El lujo, sea como sea; el lujo democratizado, al alcance de todos, conseguido por el dinero, que no tiene sabor, ni olor, ni marca de origen. Tú eres el omnipotente que puede dar el «auto» de buena marca y la sarta de perlas continuaba Castro . Tú eres el sultán de las magnificencias. Te basta poner tu firma en un cheque para que una lluvia de oro doble una cabeza. ¡Aprovéchate!
El recuerdo de los elementos de fuerza acumulados por su raza le sumía en una especie de adoración mística. La victoria preliminar dijo de pronto hace tiempo que la hemos obtenido. Nuestros enemigos nos aborrecen, y sin embargo nos imitan. Todo lo que lleva la marca de Alemania es buscado en el mundo.
Palabra del Dia
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