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Actualizado: 7 de mayo de 2025
El fuego se fue extinguiendo lentamente en el hogar. Todos echamos mano a nuestras mantas en silencio, y pronto no se oyó otro ruido que el gotear de la lluvia sobre el techo y la fatigosa respiración de los que uno tras otro se iban durmiendo. Despuntaba casi el día, cuando desperté de un sueño agitado.
Llamaban con las mantas que traian Ceñidas á los cuerpos, no cesando De dar voces, diciendo, que querían Ponerse nuevos nombres peleando. Mas viendo que los nuestros ya salían, Al alto se volvian retirando, Juzgando por mejor un alto cerro, Y el sueño, como dicen, fué del perro.
A eso de las cinco fue el misántropo a una tienda de la Plaza Mayor a ver las mantas granadinas con que quería obsequiar a sus amigos ingleses. Allí estuvo un cuarto de hora, y el tendero le propuso mandarle con Plácido lo mejor que tenía, para que escogiese. Ya era casi de noche, y valía más que el señor examinase de día el género. Así se convino y volviose a su casa.
Feli, para apreciar en todos sus detalles la hermosura de este mueble, que la llenaba de orgullo, colocó el colchón, las mantas y las almohadas sin funda. Sábanas ya las compraría al día siguiente, pues había sentido repugnancia por las que le ofrecían en el Rastro. Quedó largo rato contemplando la cama con cierta indecisión. ¿Estará bien así, Isidro? ¿Qué dices tú?...
Un mismo súcubo, terrible de sedosidad y de hermosura, se deslizaba junto a él, bajo las mantas, haciéndole correr por sus carnes un goce diabólico, largo contacto odioso y dulcísimo que los rezos continuados no lograban desvanecer.
Entregaron los serenos a Martín en manos del alcaide, y éste le llevó hasta un cuarto obscuro con un banco y una cantarilla para el agua. Demonio exclamó Martín , aquí hace mucho frío. ¿No hay sitio dónde dormir? Ahí tiene usted el banco. ¿No me podrían traer un jergón y una manta para tenderme? Si paga usted... Pagaré lo que sea. Que me traigan un jergón y dos mantas.
Sus pardas ó amarillentas mantas, sostenidas como capas; sus sombreros de anchurosas alas, cuando no de estilo calañes; sus pantalones cortos ciñendo la rodilla; sus polainas ó calcetas de piel, y sus carcajadas francas y ruidosas que les dan un aire de placer y satisfaccion, fijan la atencion del viajero dejándole una impresion muy agradable.
Tanto llegó a fastidiar a los pulperos de la esquina del Arzobispo, esquina de Palacio, esquina de las Mantas y esquina de Judíos, que encontrándose éstos un día reunidos en Cabildo para elegir balanceador, recayó la conversación sobre el mayordomo don Julián de Córdova y Soriano, y los susodichos pulperos acordaron no venderle más huevos.
Se cubrían con mantas deshilachadas, llenas de remiendos, que esparcían un olor de miseria, o tiritaban, sin más abrigo que un chaquetón haraposo. Los que habían salido de Jerez para unirse a ellos, se distinguían por sus capas, por su aspecto de obreros de ciudad, más próximos en sus costumbres a los señores que a la gente del campo.
Al efecto lograron alquilar una casa modesta, en la cual reunieron camas, mantas y algunos muebles, nombrando por alcaldes de la cofradía á don Andrés de Losa y don Cristóbal Pareja; tomaron un administrador, que lo fué el clérigo don José Martín, y alquilaron para el servicio dos criados y una mujer anciana.
Palabra del Dia
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