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Actualizado: 10 de mayo de 2025


En uno de estos viages trabó amistad con un religioso de la Compañia de Jesus, que pasaba á las Indias para tomar parte en los trabajos evangélicos de sus hermanos. La pintura que este le hizo de su instituto, y de las ventajas que ofrecia á los que manifestaban celo y talentos, hicieron tan viva impresion en el ánimo del jóven Quiroga, que se decidió desde luego á tomar el hábito de San Ignacio.

Algunos dispersos habían llegado al Pergamino y unos proclamaban resueltamente la victoria, otros dudaban del éxito, y los más tranquilos manifestaban la vacilación que se experimenta en esos trances. No era entonces Buenos Aires lo que es ahora.

Medio ciega ya y muy temblona de manos, la madre no podía hacer más que niños, o sea la envoltura del cigarro; la hija se encargaba de las puntas y del corte, y entre las dos mujeres despachaban bastante, siendo muy de notar la solicitud de la hija y el afecto que se manifestaban las dos, sin hablarse, en mil pormenores, en el modo de pasarse la goma, de enseñarse el mazo terminado y sujeto ya con su faja de papel, de partir la moza la comida con su navaja, y de acercarla a los labios de la vieja.

Cierta gravedad oficial, la tez marchita y como ahumada por los reverberos, no qué inexplicable matiz de satisfacción optimista, la edad tirando a madura, signos eran que denotaban hombres llegados a la meta de las humanas aspiraciones en los países decadentes: el ingreso en las oficinas del Estado. Uno de ellos llevaba la voz, y los demás le manifestaban singular deferencia en sus ademanes.

En la zamarreta del cura veíanse diversos cintajos que manifestaban sus grados y condecoraciones. El sable le arrastraba por el suelo, sonando a pandereta rota. Las botas desaparecían bajo salpicaduras de fango; las pistolas eran negras como la zamarra, y las manos de color de hierro viejo. Por donde quiera que iba el guerrero, difundía en torno suyo un complejo olor a pólvora, a cuadra y a vino.

Ya bajo Felipe IV se manifestaban, sin duda, los síntomas, que anunciaban esta disolución nacional, y su política no fué muy favorable ni meritoria para el bien del Estado; pero las muchas y brillantes cualidades de este Príncipe, y sus esfuerzos, dignos de loa, en otros terrenos, lo habían hecho, hasta cierto punto, glorioso.

El joyero había estado mucho tiempo en la América del Norte. Todos encontraban grandioso el proyecto y así lo manifestaban en sus movimientos de cabeza.

El marqués de Peñalta entró en el cuarto de doña Gertrudis, donde se hallaban a la sazón conversando don Mariano y don Máximo, que no manifestaban de modo alguno en su rostro la zozobra angustiosa, la palidez y el espanto de los que presencian la agonía de un moribundo; lo cual irritaba de tal manera a doña Gertrudis, que casi se hubiera alegrado de morir en aquel momento sólo por darles un susto.

Ramiro hubiera querido también expresar su parecer. Estaba convencido de que a la mayor parte de aquellos señores se le alcanzaba muy poco del arte de la pintura. Sin embargo, todos manifestaban el mismo delirio y exaltaban a los grandes maestros como no lo hicieran con los héroes y los santos.

Había en su mente un movimiento de ideas que continuaba; y como si hubiese querido explicarse más claramente con respecto a las resoluciones, que por otra parte de por se manifestaban, continuó, lentamente y con un tono completamente distinto: Muchos años han transcurrido desde el día que volví a mi rincón.

Palabra del Dia

hociquea

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