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Actualizado: 16 de junio de 2025
Pasaban de trescientas, entre galeras, naos y galeazas, las naves de la Liga, y tan bien aprestadas, que sólo con verlas se podía tener por segura la victoria. Allí iba también la galera Marquesa, con las que mandaba el general Andrea Doria, y en ella, muy doliente aún, nuestro Miguel de Cervantes.
Y esto concertado, salióse aquel señor á hacer lo que le mandaba Viracocha Inca. Viracocha Inca volvióse á Inca Yupanqui é comenzóle de hablar con buenas palabras y á mostrarle rostro alegre.
La viuda de Fenelón llegó a la hora de costumbre, y a poco subió el mozo de la botica con la bandeja de dulces que mandaba Ballester. No tardaron en presentarse el señor y la señora del tercero de la derecha.
-He perdido el libro de memoria -respondió Sancho-, donde venía carta para Dulcinea y una cédula firmada de su señor, por la cual mandaba que su sobrina me diese tres pollinos, de cuatro o cinco que estaban en casa. Y, con esto, les contó la pérdida del rucio.
La república determinó de venir en lo que el rey mandaba, y respondió, que habia sentido lo que Eduardo de Oria su general hizo con Berenguer de Entenza; y que fué motin de la gente vil de las galeras el que causó tan grande exceso; que no se pudo atajar por los capitanes, y general, hasta después de ejecutado; que ellos pondrían desde luego á Berenguer en libertad, y nombraron once personas para que se juntasen con los deputados que el rey enviaria en el lugar donde fuese servido, para tratar de la enmienda que se habia de dar á Berenguer por los daños que habia recibido en la pérdida de las galeras, y en su prision.
Encargóse Sancho de hacerlo así como se le mandaba, y de traerle tan buena respuesta como le trujo la vez primera. -Anda, hijo -replicó don Quijote-, y no te turbes cuando te vieres ante la luz del sol de hermosura que vas a buscar. ¡Dichoso tú sobre todos los escuderos del mundo!
Las libreas que habían de llevar los pajes, lacayos y criados se mandaba que fuesen del menor lujo posible, mencionándose también el número que había de haber de éstos y sus trajes en ciertas ocasiones.
La camarera mayor de la Reina remitió a la abadesa de Santa Cruz la prohibición de conservar en su convento a Isabel de Arcos, y la orden de partir al instante con ella para Madrid. Ambos mandatos fueron obedecidos al pie de la letra. El mismo día, el duque de Carvajal recibía del ministro una orden en que se le mandaba presentarse en la corte para dar explicaciones de su conducta.
A cada paso tenía algo nuevo que preguntar a sus hermanos: que por qué las abejas metían la cabecita en las flores, que por qué las golondrinas volaban tan cerca del agua, que por qué no volaban derecho las mariposas. Pedro se echaba a reír, y Pablo se encogía de hombros y lo mandaba callar.
El cerco se continuaba, y en ese mismo tiempo les vino un despacho de Andronico en que les mandaba, que dajado el sitio de Magnesia, viniese á juntarse con Miguel su hijo, para socorrer al Príncipe de Bulgaria cuñado de Roger, porque un tio suyo se le habia levantado con parte del estado, y estaba en punto de perderse si no se le acudia presto con socorro.
Palabra del Dia
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