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Actualizado: 16 de mayo de 2025


306 Pero, amigo, el comendante que mandaba la milicia, como que no desperdicia se fue refalando a casa; yo le conocí en la traza que el hombre traiba malicia. 307

Díaz de Solís, piloto mayor de Castilla, que mandaba estas naves, al avistar la enorme embocadura metíase por ella, creyendo haber encontrado el ansiado estrecho, pero la dulzura de las aguas le hacía abandonar su ilusión.

Y le recordó, pero de una manera truncada, á trozos. ¡Oh! dijo ; la reina me decía que importaba mucho que ese joven estuviese en palacio... en la guardia española... me mandaba comprarle una provisión de capitán... y me hablaba con calor de él... El alma del padre Aliaga se ennegreció más.

Había seguido el procedimiento de costumbre, haciéndose anunciar por Leocadia; pero esta vez la señora no había querido recibirla. ¿Pero supo preguntó Ramiro que yo te mandaba? La muchacha respondió con una sonrisa. ¿Subiste a sus cuartos? ¿Os vio?

La provincia de Caraga fué desvastada por los piratas llegando á saquear á Surigao, que era la capital; Butuan tampoco se libró de esta plaga asoladora, quedando desiertos sus pueblos más importantes. En medio de tanto desastre se destaca el hecho heróico de Esteban de Figueroa, que mandaba la galera Santiago.

El oficial que los mandaba se llamaba don José Campon, capitan del primer escuadron de Tiradores de la Libertad que era la Escolta del Presidente General en Gefe.

Y entre tanto los que disponían tan alegremente de los destinos de los pueblos, el que mandaba los asesinatos legales, el que violaba la justicia y hacía uso del derecho para sostener á la fuerza, dormían en paz. Al fin, llegó un viajero de Manila y contó como habían sido puestos en libertad todos los presos todos menos Basilio que no tenía protector.

Don Enrique de Trastamara, rey de Castilla, se hallaba acampado con su ejército á unas diez leguas de distancia en dirección á Burgos, según informes suministrados al barón por numerosos espías. Por éstos supo también que el monarca castellano mandaba poderosa hueste de cuarenta mil infantes y veinte mil caballos.

Alcalá Galiano revistó la tripulación al mediodía, examinó las baterías, y nos echó una arenga en que dijo, señalando la bandera: «Señores: estén ustedes todos en la inteligencia de que esa bandera está clavada». Ya sabíamos qué clase de hombre nos mandaba; y así, no nos asombró aquel lenguaje. Después le dijo al guardia marina D. Alonso Butrón, encargado de ella: «Cuida de defenderla.

Fue muy bien recibida; la del Banco se la comía a besos, le hablaba de modas, le mandaba patrones a casa, y le recordaba visitas que tenía que pagar y a que ella la acompañaba, porque don Víctor se negaba a perder el tiempo en estos cumplidos.

Palabra del Dia

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