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Actualizado: 22 de junio de 2025
Los maldicientes y murmuradores tenían sus hablillas, pero con certidumbre nada malo se dijo durante los tres primeros años del matrimonio de los Sres. de Figueredo. Sólo se propalaban vagas acusaciones. Don Joaquín, entre las diversas empresas que había acometido, contaba también la de agricultor en grande.
Mas ¿es posible que siendo usted una santa bendita les tenga miedo a los maldicientes? Ya sabe usted, don Modesto, lo que vulgarmente dicen los que piensan mal de todo: entre santa y santo, pared de cal y canto. Pero entre usted y yo dijo el comandante no hay necesidad de poner ni tabique.
No erréis, que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el Reino de Dios. 14 y Dios que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder. De ninguna manera. 17 Pero el que se junta con el Señor, un espíritu es.
Juanita, además, sin que nadie la acompañase ni mirase por ella, había pasado de la niñez a la mocedad en medio de las calles y en trato y conversación con toda clase de personas. Nadie, sin embargo, se le había atrevido, porque ella sabía hacerse respetar, y ni las personas maldicientes habían formulado nunca contra ella una acusación fundada que pudiera, en manera alguna, deslustrar su decoro.
Se contaba cualquier aventurilla y se añadía casi siempre: «Lo más odioso es que esas... tales hayan escogido para sus... cuales una casa tan respetable, tan digna». Los liberales avanzados, los que no se andaban con paños calientes, sostenían que la casa era lo peor. Sin embargo, los maldicientes procuraban ser presentados en aquella casa donde había tantas aventuras.
Y basta para muestra de irreverente murmuración. A estas maldicientes les viene a pelo la copla popular: El zapato traigo roto, ¿con qué lo remedaré? Con picos de malas lenguas que propalan lo que no es. El verdadero dolor huye del bullicio.
Pero en la vida del poeta sacerdote iban a presentarse ahora nuevos sucesos escandalosos, que habrán hecho murmurar largamente a los maldicientes de la Corte y que dieron pábulo a los ataques de los enemigos de Lope, de los cuales es de recordar una emponzoñada décima de Góngora, publicada por la Barrera.
-No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres, que será nunca acabar: ven tú con segura conciencia, y digan lo que dijeren; y es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mesmo que querer poner puertas al campo. Si el gobernador sale rico de su gobierno, dicen dél que ha sido un ladrón, y si sale pobre, que ha sido un para poco y un mentecato.
Solo respondió sonriendo también su amiga . Porque por más que se afirmó entre los maldicientes lo contrario, yo creo que nada tenía que ver con él una dama muy aparatosa, de cierto pelaje, que le siguió muy de cerca al marcharse, lo mismo que le había seguido al llegar. ¿Alta y rubia? volvió a preguntar Verónica, recordando quizás las señas de la de Interlacken. Morena y baja respondió Leticia.
En suma, y en mi opinión, que creo fundada, el Barón es un modelo de cortesanía. Sólo han podido los maldicientes echarle en cara un defecto, del que, a mi ver, se ha corregido. El defecto, si lo es, consiste en su extremada galantería, muy en desacuerdo para muchos con la edad provecta a que ha llegado.
Palabra del Dia
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