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Actualizado: 27 de junio de 2025
Hizolo asi, y yo vi lo que no oso Pensar, no que decir, que aqui se acorta La lengua y el ingenio mas curioso. Que se pase en silencio es lo que importa, Y que la admiracion supla esta falta El mesmo grandioso caso exôrta. Puesto que despues supe que con alta Magnifica elegancia y milagrosa, Donde ni sobra punto ni le falta,
¡Oh! sí, mucho... Quizás no había usted nacido todavía. Pero recuerdo el país como si fuese ayer mismo. Veo perfectamente en mi imaginación el camino que lleva a Rosalinda, por el cual daba mi paseo cotidiano. Se penetraba en la hacienda por una calle plantada de fresnos, muy pequeñines entonces. Los fresnos han crecido y dan hoy una magnífica sombra.
¡Su mujer doña Clara! ¡aquella dama cuyo semblante apenas visto le había deslumbrado! ¡aquella divina y magnífica hermosura, que encubierta había asido á su brazo! ¡aquella dama tan gentil, tan joven, tan pura, que le había llamado para recoger una prenda de la reina y que había acabado de enamorarle! ¡aquel dulce imposible estaba vencido!
Su entrada fue magnífica, y un murmullo de respetuosa simpatía acogió a la ilustre pareja, que apareció en la puerta, apoyada en la juventud la vejez, como una esperanza evocando un recuerdo, como una alegoría de la experiencia conduciendo de la mano al valor, a depositar una espada sin mancilla en las gradas del trono.
Su objeto fué, pues, tan sólo labrar la corona ó el remate del edificio existente, ya tan bello, y poner con sus manos la clave en esta magnífica bóveda. Pero ¿cómo conseguirlo?
Amaba mucho la vida, y á cambio de este amor reclamaba de ella todo cuanto pudiera darle... Otras mujeres sentían preocupaciones de orden material: el ansia de riqueza, la conquista del lujo, los apuros de familia... Ella lo poseía todo; ninguna inquietud entenebrecía su mañana; ni siquiera la de su belleza, sostenida por una salud magnífica y que parecía crecer con la edad y el abuso de sus fuerzas.
Alejado de la sociedad de las mujeres y sin echarlas de menos, quizá porque dentro de su casa tenía lo más grande y exquisito que ellas pueden dar, el cariño tierno, vigilante, la dulzura en la palabra, la abnegación en todos los momentos: dedicado en absoluto al estudio y a su magnífica colección de mariposas, el encuentro con Clementina fué para él la revelación de ese mundo encantado, poético, que a casi todos se aparece más temprano.
Yo te esperaré. Catalina y su madre vivían en una magnífica casa de Alzate. Llamó Martín en ella, y a la criada, que ya le conocía, la dijo: ¿Está Catalina? Sí... Pasa. Entró en la cocina. Era ésta grande y espaciosa y algo obscura. Alrededor de la ancha campana de la chimenea colgaba una tela blanca planchada, sujeta por clavos.
Creo ver mañana a M. Rambuteau, porque dice que ha asistido al casamiento del Emperador y tengo deseos de saber algo de aquella ceremonia tan magnífica, según dicen todos; las iluminaciones parecen haber excedido a todo cuanto se había visto hasta hoy en su género.
La fábula es magnífica, porque es brillante. Nuestro Dios es magnífico, porque es sombrío; es brillante, porque tiene alrededor de su trono la majestad de las tinieblas. No brilla para nuestros ojos, sino para otros ojos que hay más adentro, mucho más adentro; unos ojos que ven más allá, y que siempre ven, porque cuando no ven una luz, ven una sombra: cuando no ven, adivinan, creen y esperan.
Palabra del Dia
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