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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Un techo de pino acasetonado, con altos relieves en sus vanos, sostenido sobre un ancho friso de la escuela de Berruguete, así como una escalera de mármol con rica balaustrada del género gótico florido, parecían demandar otras paredes y otro pavimento, menos pobres, menos rudos; un enorme farol colgado del centro del techo, otro farol más pequeño pendiente de un pescante de hierro y que compartía su luz entre un nicho en que había un Ecce-homo de madera, de no mala ejecución, y un enorme escudo de armas tallado y pintado en madera; seis hachas de cera, sujetas á ambos lados en la balaustrada de la escalera, y otro farol pendiente del centro del techo de la escalera al fondo, eran las luces que iluminaban el zaguán, y dejaban ver las gentes que en él había.
Los muebles eran muy modestos; reducíanse á unas mesas de palo, pintadas de color castaño simulando caoba en la parte inferior, y embadurnadas de blanco para imitar mármol en la parte superior, y á medio centenar de banquillos de ajusticiado, cubiertos con cojines de hule, cuya crin, por innumerables agujeros, se salía con mucho gusto de su encierro.
El la llamó varias veces: ¡Aixa! ¡Aixa! ¡Aixa! palpándola los brazos, las mejillas, la garganta, los pechos; pero ella enmudecía, cadavérica y glacial sobre el mármol. Quiso calentarla la boca con la suya; y, presa él mismo de perversa tentación, la cubrió de apasionadas caricias. Nunca la halló más extraña y más dulce.
Lo ves, Ana, lo ves; ya Juan no viene y se levantó Lucía; fue a uno de los jarrones de mármol colocados entre cada dos columnas, de las que de un lado y otro adornaban el sombreado patio; arrancó sin piedad de su tallo lustroso una camelia blanca, y volvió silenciosa a su mecedora, royéndole las hojas con los dientes. Juan viene siempre, Lucía.
Cervantes, Los baños de Argel, jornada 3.ª Mármol, Vida del P. Gracián, parte 2.ª, cap. 7.º, pág. 80. Haedo, diálogo 2.º, fol. 154. Gallardo inserta, en el núm. IV de su Criticón, el extracto de una relación inédita de cierto Diego Galán, acerca de su cautiverio en Argel, el cual habla con este motivo de las representaciones con que pasaban el tiempo los esclavos cristianos.
De estas pesadumbres públicas venían hablando el de la barba larga, el anciano de rostro triste, y Juan Jerez, cuando este, ligado desde niño por amores a su prima Lucía, se entró por el zaguán de baldosas de mármol pulido espaciosas y blancas como sus pensamientos. La bondad es la flor de la fuerza.
Cuando estuvo en el trascoro, sacó fuerzas de flaqueza, y aunque iba ciego, procuró no tropezar con los pilares y llegó a la sacristía sin caer ni vacilar siquiera. Ana, vencida por el terror, cayó de bruces sobre el pavimento de mármol blanco y negro; cayó sin sentido. La catedral estaba sola. Las sombras de los pilares y de las bóvedas se iban juntando y dejaban el templo en tinieblas.
Sus rápidas miradas, que siempre solicitan la aprobación de los presentes, se detuvieron en Luciana, pero ésta no levantó los ojos y Gerardo no pudo leer en el mármol impasible de aquellas lindas facciones, fijas en una inmovilidad absoluta y altanera.
Al pié, al occidente, demora la ciudad, donde hormiguea una poblacion activa y numerosa, de cuyas plazas y mas grandes calles y avenidas se destacan grupos corpulentos de magníficos plátanos orientales, tilos, castaños y otros árboles de gran talla y tupido follaje, rodeando numerosas fuentes de mármol ó de piedra.
Me complazco en considerar á usted como una de aquellas diosas de mármol que habitaban en el seno de los bosques de la Grecia, comunicando su pensamiento augusto con la blanca luna que á la noche las visitaba. ¿Y sabe usted por qué me complazco?
Palabra del Dia
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