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Actualizado: 22 de junio de 2025
A veces iba por la tarde a hacerle compañía a la imprenta; al anochecer solía buscarle para pasear juntos, y si le encontraba en la calle, cuanto más derrotado y pobre de ropa le veía, mayor afecto le mostraba, cuidando de no darle ni aun aquellas bromas que, si antes le parecían lícitas, ahora se le antojaban ofensivas. Dentro de aquel año les igualó la desgracia.
Hasta aquí se arregla para llevarnos las cosas, ya que no hay cuartos. Son transacciones lícitas, negocios de buena ley. ¿Quién vos tiene la culpa de ser perros y gandules? Varias voces: Engaños. A mí llevóme una camisa. A mí unos brodequines. A mí los pañuelos. Y pecunia también la esconde, señor franchute. Tiene gato. Tiene gato encerrado. Yo bien sé donde se acobija.
En el Tratado de las comedias, en el cual se declara si son lícitas, y si, hablando en todo rigor, será pecado mortal el representarlas, el verlas y el consentirlas, por Fructuoso Bisbe y Vidal, doctor en ambos derechos: Barcelona, 1618, se anatematizan con el mayor celo las comedias depravadas é inmorales, entre las cuales, según parece, se cuentan las más famosas de esta época.
Ganados por fuerza muchos Pueblos y Ciudades, desbaratados y rotos poderosos ejércitos, vencidos y muertos en campo Reyes y Príncipes, grandes Provincias destruidas y desiertas, muertos, cautivos, ó desterrados sus moradores; venganzas merecidas mas que licitas.
En un drama de Antonio Enríquez Gómez, titulado Engañar para reinar, se desenvuelve la máxima de que, para la consecución del poder, son lícitas las intrigas y engaños más groseros, pareciendo deducirse la consecuencia peligrosa de que, para la satisfacción de las pasiones, no ya sólo del amor, sino también de los celos y de la venganza, todos los medios son buenos; pero en cuanto al amor, es preciso confesar que, por lo común, se considera como un afecto ferviente, no como un capricho frívolo.
En suma, V. la ha envenenado con tal desconfianza, que ella, al sentir los latidos de su corazón juvenil y la lozanía de la vida en su verde primavera; al ver el fuego, si puro, ardiente de sus ojos; al oir la voz de la naturaleza, que la incita á que ame; al soñar acaso con lícitas venturas, logradas en este mundo al lado de un ser de su misma humana condición, se ha figurado que era presa de impuras pasiones, se ha creído perseguida por los monstruos del infierno, y para no ser ella un monstruo, ha querido refugiarse en el santuario.
Paco Ramírez era un mozo muy guapo, y tan morigerado, económico, activo y fecundo en recursos, que con 50.000 reales que su padre le había dejado en dinero, empleando en cebada y en trigo, comprando mosto barato en tiempo de vendimia, haciéndole vino potable en unas cuantas pipas que tenía, vendiéndole luego por cargas a los arrieros, y, en suma, trapicheando de otras mil maneras, si bien todas lícitas, no sólo mantenía con holgura a su madre, sino que se vestía él hasta con majeza y elegancia, al uso del pueblo, e iba, poco a poco, aumentando el capital.
Su noble espíritu altruista, su grande alma generosa y buena, su corazón limpio y sano todo, ¡todo! su ser moral estaba empeñado en la obra de reconfortar, de encauzar, de nuevo, a sus dos amigos moralmente enfermos, y estimulado por la fe en sus propias energías abandonaba todo cuanto podía halagar a cualquier hombre de su edad y en sus ambiciones lícitas, con el ideal de regresar a Buenos Aires trayendo a Ricardo Merrick y a Lorenzo Fraga, convertidos, de la melancolía neurasténica, de la desilusión pasional y del escepticismo abrumador, a la jovialidad confortativa, a la complacencia de «ser», a la suprema satisfacción de vivir bajo la enérgica propulsión de una intensa salud físico-moral.
Infinidad de acciones u omisiones, antes y después lícitas, eran penadas entonces con la pérdida de la vida, la libertad, los ojos, la lengua, las manos o los bienes. "Con respecto a la crueldad la evidencia sobreabunda, dice también Robertson. En Nuremberg se ha conservado una colección de instrumentos de tortura, empleados hasta la Reforma. Es un arsenal de horror.
Casada fuisteis, señora, dijo con tristeza el galán, y para amargura mía, que las venturas concedidas a otro, aunque pasadas y lícitas, y aun santificadas por el matrimonio, dardos son de celos y ponzoña de despecho, para el que bien ama y ser quisiera el único en el amor de la que adora.
Palabra del Dia
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