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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Se dice que casi todos los crímenes que se cometen son ejecutados por gentes que ya han tenido que ver con la justicia, por licenciados de presidio. ¿Es ésa la palabra? Sí, señora. Pues bien; explíquenos usted lo que es un licenciado de presidio. El amable funcionario se quitó sus lentes, los limpió con el pañuelo y volvió a colocarlos sobre su nariz.
¿Dónde están los licenciados de presidio? ¿Los hay en Vaugirard? No, señora, en el departamento del Sena no hay ninguno. ¿Los hay en Saint-Germain? No. ¿En Compiègne? No. ¿En Corbeil? Sí. ¿Cuántos? ¿Usted espera cogerme en falta? Con eso cuento. Pues bien, hay cuatro. ¿Sus nombres? ¡Vamos, César! Rabichon, Lebrasseur, Chassepie y Mantoux. ¡Toma!
Desde luego entraría de practicante en la botica de Samaniego, el cual estaba gravemente enfermo, y si se moría, la viuda tendría que confiar a dos licenciados la explotación de la farmacia. Maxi entraría seguramente de segundo, con el tiempo llegaría a ser primero, y por fin amo del establecimiento. En fin, que todo iba bien y el porvenir les sonreía.
No, señora, y bien pronto tampoco los habrá en Francia. Nosotros comenzamos a imitar el ejemplo de los ingleses que han reemplazado el presidio por la deportación. La seguridad pública ganará y la prosperidad de nuestras colonias no perderá nada. El presidio era la escuela de todos los vicios; los deportados se moralizan por el trabajo. ¡Tanto peor! Yo echo de menos los licenciados de presidio.
Y, por último, la población de indios que reside en todos los puntos militares, formada de deportados, presidiarios que han cumplido su condena y licenciados del Ejército, los cuales se dedican al comercio al menudeo de la localidad, para servir á las familias españolas, y en muy pequeño número á la agricultura, pues los hábitos de holganza y los vicios adquiridos anteriormente pueden más en ellos que el deseo de procurarse una posición desahogada.
Aquellos infelices, de cuya educación nadie se ocupaba, vivían de la manera más miserable, comían cuando encontraban donde robarlo, dormían al raso, y en su infantil edad, el continuo roce con gente perversa y el abandono de toda educación tenían harto prematuramente prostituidas sus almas y enviciadas y torcidas sus conciencias; pues los tales rapazuelos, que por los sitios públicos enseñaban sus miserias, podían ser maestros en raterías, licenciados en la carrera rufianesca y carne dispuesta para consumirse en la horca, en las galeras ó en los presidios.
Como en el pueblo, si bien había dos licenciados y tres doctores en Derecho, eran abogados Peperris, o sea, de secano, todos acudían a don Paco, que rábula y jurisperito, sabía más de leyes que el que las inventó, y los ayudaba a componer o componía cualquier pedimento o alegato sobre negocio litigioso de algún empeño y cuantía.
Entre los paisanos armados que se juntaron con Echevarri existía un grupo compuesto de contrabandistas de Sierra Morena, de Villamanrique y de Pozo Alcón, con los cuales fraternizaron bien pronto, formando amistosa cuadrilla, los licenciados de Málaga, batallón que se formó con alguna gente condenada por faltas, y que la Junta tuvo a bien indultar.
Aquel que empuña un canuto, semejante a los de los licenciados del ejército, debe de ser algún guerrero ilustre. ¡Vaya unos nenes! Aquella señora de empolvado pelo, ¡cuán hermosa es y qué bien está dentro de su tonelete! ¿Y aquella monja?...
Palabra del Dia
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