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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Desearía, al bajar del tren, encontrar en el patio de la estación, mi carruaje, mi cochero y mis caballos, y que ese día nos acompañaseis a comer en mi casa. Alquilad o comprad una casa, tomad criados, elegid carruajes, caballos, libreas. Confío enteramente en vos. Que las libreas sean azules, y nada más. Esta línea la agrego a pedido de Bettina, que por sobre mi hombro lee lo que escribo.

¡Y qué decir de la pompa de los estrados, del boato de las colgaduras, del aparato de las libreas!

León Pinelo, en sus Anales manuscritos de Madrid, habla así de la entrada del Príncipe: Domingo 26 de marzo 1623. «Las galas y libreas fueron riquísimas, el adorno de las calles lucido y puestos á trechos Theatros con danzas, bayles y comedias, máscaras y otras invenciones. El dia no fué muy favorable, porque llovió toda la mañana, aunque la tarde dió lugar á la entrada.

A la izquierda de la misma puerta: Precio corriente de las libreas; y mencionan diez y ocho objetos de traje, por valor de 739 francos. A la derecha, sobre cristales: Entrada de los obreros. Más á la derecha, sobre una muestra: Entrada de los obreros.

Al otro dia vinieron á la plaza de la Villa á la fiesta de toros y juego de cañas, que hubo donde el Cardenal Deste tuvo el mismo lugar que en la huerta del Duque, y aunque las libreas de las cañas fueron muy buenas, las cuadrillas pudieron jugarlas mexor: volviéronse á la huerta para ver la comedia de la Sta.

Voy á escribir á algunos caballeros conocidos, que andan necesitados; porque la corte traga mucho: voy á procuraros hasta carroza; en cuanto á lacayos y cochero, yo haré que vengan buenos; las libreas se comprarán hechas... y la espada, la espada es lo primero: yo tengo aquí una buena espada de corte, pero no vale ni la centésima parte que esa empuñadura y esas conteras; se montará al momento...

Allá, las calesas rojas, cubiertas de ricos dorados, vuelan arrastradas por un caballo rápido, cuya cabeza está cargada de plumas abigarradas y de cascabeles que resuenan a lo lejos; aquí, el pavimento tiembla y gime bajo el peso de ocho mulas cuyos arneses resplandecen de cifras y de escudos de armas de plata, y que arrastran un coche pesado y macizo, rodeado de lacayos con las magníficas libreas de un grande de España y precedido de picadores de trajes deslumbrantes.

Comenzaron a moverse y a hacer modo de escaramuza por las sosegadas aguas, correspondiéndoles casi al mismo modo infinitos caballeros que de la ciudad sobre hermosos caballos y con vistosas libreas salían.

Aumentó el número de los criados, renovó las libreas, adquirió nuevos braseros de plata, nuevos velones y candelabros, desempeñó de los genoveses sus mejores tapices. El encargado del chocolate y los vinos era el segundo sacristán de San Pedro, amigo de Medrano. Tres esclavos amasaban la harina. Un famoso repostero de Madrigal preparaba las pastas, un morisco la aloja.

Más abajo: Especialidad en trajes de niños. Sobre la puerta: Al palacio de cristal. Más abajo: Precio fijo. Más hácia la derecha: Trajes hechos y á la medida. En otra puerta: Al palacio de cristal. En los cristales: Precio fijo. Más hacia la derecha: Trajes hechos y á la medida. Por otra calle: Precio fijo. Más abajo: Al palacio de cristal. Más abajo: Vestidos para hombres, niños y libreas.

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