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Actualizado: 25 de julio de 2025
Pues ¿para qué se lo estoy contando? respondiole Leticia riéndose muy de veras. ¿O piensa usted que me divierto en engañarle? ¡Eso no! repuso el vehemente mozo, temiendo haber dicho una impertinencia , porque es usted demasiado buena para hallar gusto en tales entretenimientos. Gracias por la fineza. Lo digo como lo siento,... y, si no, ¿cómo la hablara yo de estas cosas? Es la verdad.
Leticia aguantó el golpe con la serenidad de una estatua de piedra, con gran asombro del banquero, que se gozaba en el castigo que hallaba su injustificada mordacidad con él, en la imprudente alusión de su propio marido.
La otra, también viuda y también titulada, aunque por derecho propio, marquesa de Espinosa, y también llamada por la de Montálvez por su nombre de pila, Leticia, era muy distinta de Sagrario: menos estrepitosa, más seria y, quizá, mejor tipo. Tenía unos ojos negros y escrutadores que punzaban al mirar, correctísimas facciones, algo morena, y muy esbelta todavía.
Ni más vela, ni en otra cosa pensaba, ni de otros jugos se nutría la fibra de su naturaleza. En el de Leticia existían alientos para resistir aquel empuje y mucho más. Mi fuga dijo a su amiga, hablando con ella de estas cosas sería la confirmación de los rumores.
La primera vez que se habló allí de impresiones y aventuras del reciente veraneo, tuvo Verónica la curiosidad de preguntar en crudo al banquero que cómo le habían sentado las aguas de Interlacken para su dolencia, «cogida de repente en lo alto de la calle de Alcalá». El hombre se puso verde y amarillo con la pregunta; y ya se tiraba de la patilla para sacar la respuesta, cuando Leticia acabó de atolondrarle afirmando muy seria que los aires de Spá le habían sentado mucho mejor que aquellas aguas.
Y minuto tras minuto, corrió más de media hora hasta que llegó, no Leticia, sino una doncella para rogar al guapo mozo que la siguiera a donde su señora tendría el gusto de recibirle.
Y piensa usted como un sabio añadió Leticia y, además, como un valiente; porque valor se necesita para seguir pensando bien entre gentes que piensan y obran tan mal. Y de todo lo restante que se refiere de la marquesa dijo el impresionable mozo, más impaciente por llegar a donde deseaba cuanto más llano le ponía el camino su amable interlocutora , ¿puede presumirse también...?
Y he aquí el camino por donde Ángel fue a parar con el pensamiento a Leticia.
»Al pasar, noté que conversaban, en correcto francés, junto al piano cerrado, Leticia y el hermoso turco; y en los pocos instantes que me detuve con ellos, se acercó Sagrario a nuestra amiga, cuyo tipo componía admirablemente con el castizo oriental, para decirla en castellano: » Te recomiendo mucho que le trates como a cosa mía; pero no abuses.
¿Ahora te desayunas la preguntó Sagrario con desenvuelta frescura , y con remilgos de beata te me vienes? Pues ¿qué ha hecho Leticia, entre otros cien ejemplos que pudiera citarte, sino buscar la patente esa, o aceptarla con gusto, por lo menos? Leticia no dice esas cosas... No; pero las hace. ¡Te aseguro, y bien lo sabes tú, que se aprovecha de la patente como el corsario de más hígados!
Palabra del Dia
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