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Actualizado: 25 de mayo de 2025


«Me gustaría enteramente sentimental, que llegase al alma, que hiciera llorar.... Yo, cuando leo y no lloro, me parece que no he leído. ¿Qué quiere usted? Yo soy así me dijo el Duque de Cantarranas, haciendo con frente, boca y narices uno de aquellos gestos nerviosos que le distinguen de los demás duques y de todos los mortales.

Ya la he leído, querida... No trae más que esquelas de defunción. ¿Pues y la noticia del matrimonio de la infanta? No nada. Ya sabe usted que yo no leo más que los anuncios. No era una señora en la acepción que se da usualmente a la palabra, ni tampoco una mujer del pueblo. Participaba de ambas clases.

¡Oh, qué sabio es usted, Padre Alesón, y cómo se me aclaran las cosas más turbias oyéndole! Veo a Belarmino leyendo librotes y escribajeando papelorios lo más del día, y creía que esto no podía por menos de martirizarle los sesos y volverle más loco de lo que está. Yo juzgaba por , que no leo más que el libro de misa.

Si leo algun escrito que nombra á Buenos Aires Sus páginas exalan magnético perfume, Y todas las palabras mi mente las asume Como el rocío puro que cae sobre la flor; Y entonces se presentan á mi memoria triste Tus torres, tus jardines, tus calles animadas, Tu cielo hermoso y puro, tus brisas perfumadas, Tu rio, tu horizonte, tu hermoso bicolor.

Y yo de que es necio y feo. No leo. ¿Por qué? DO

No para qué están ahí los asilos de beneficencia dijo agriamente Sofía . Lee la estadística, Teodoro, léela, y verás el número de desdichados.... Lee la estadística.... Yo no leo la estadística, querida hermana, ni me hace falta para nada tu estadística. Buenos son los asilos; pero no, no bastan para resolver el gran problema que ofrece la orfandad.

Leo tus crónicas femeninas y me río mucho con ellas, porque te leo entre líneas, que es lo más divertido en toda la lectura.

Con igual frescura y la misma indiferencia, respondió al largo y malicioso interrogatorio con que su padre la estuvo asediando un buen rato. Y ¿qué tal de estilo? llegó a preguntarla . ¿Se ha corregido algo de aquellas melopeas guachinanguitas desde que yo no leo sus cartas?... Porque bien sabes que, de dos años acá lo menos, ya no me las enseñas como me las enseñabas antes... ¡Picarona!

No te hablo á , Versalles de otros siglos, eden donde han llorado tantos ojos: no te hablo á , gran fantasma de mármol, en que yo leo con ojos inflamados lamentos y amonestaciones de la historia. Hablo á tres hombres que crearon á Versalles, sacrificando para ello á la Francia, y que son superiores á otros hombres que sacrificaron la Francia y que no crearon á Versalles.

Pero si algún día me honra usted con su visita, verá un ejemplar de la Summa en muchos tomos, ¡en muchos!, y usted, que está más acostumbrado a los estudios, pasará un rato celestial. Yo no puedo; se me embrolla el pensamiento, me da vueltas la cabeza apenas leo cosas profundas. Soy un pobre animalito de Dios, con menos talento que la hermana hormiga que pasa junto a mis pies.

Palabra del Dia

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