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Actualizado: 25 de junio de 2025
De los parajes más lejanos del campo acuden hombres y mujeres á presenciar la lucha. También D. Félix sale por la puerta del lagar con sus comensales. Se les deja el sitio más elevado y cómodo para verla. El primero que empuña el hierro cilíndrico es Pachón de los Barreros. La barra parte de sus manos, se cierne en el aire y cae á larga distancia de sus pies con admiración del concurso.
Eran los pobladores de aquellas islas a modo de los ejércitos destacados largos años en una frontera, que acaban por crear ciudades y producir generaciones aparte. El Mar Tenebroso, violado por estos intrusos en su huraña soledad, iba librándoles a regañadientes, poco a poco, el secreto de sus lejanos horizontes inexplorados.
Mas como al cabo nadie se presentaba con estas cosas en la mano a satisfacer sus votos, no tuvo otro remedio que ir bajando el diapasón, hasta que al fin sus coléricas protestas se fueron trasformando poco a poco en murmullo sordo y amenazador como el de los truenos lejanos. Y la tertulia recobró su dulce sosiego habitual. Pero quedó suspendido por aquella noche el juego de prendas.
Los movimientos de la comunidad y educandas, para alzarse, sentarse o arrodillarse eran simultáneos, como si las empujase un mismo resorte. Al alzar y consumir escuchábase en la capilla un rumor extraño, como el de truenos lejanos, que me sorprendió en extremo, hasta que vine a comprender que era producido por el golpe de las manos sobre el lienzo almidonado de los chales.
Un día, en Evian, la había acompañado a una capilla donde se celebraba una fiesta que atraía a los creyentes desde los lugares más lejanos, y él también había inclinado la descreída frente, lo mismo que todos aquellos seres humildes, pero no tanto para seguir el ejemplo de los fieles, como para ocultar el llanto que le cegaba.
Para conseguirlo, pensó en aquellos días, ya muy lejanos, en que Rogerio acostumbraba dejar su cuarto de estudio á la caída de la tarde, y venía á sentarse junto á la lumbre del hogar, á los rayos de luz de su sonrisa nupcial.
Siempre que iba a la viña se presentaba con un sacerdote de distinta clase, adivinando por esto el capataz cuáles eran sus favoritos del momento. Unas veces eran frailes con vestimenta blanca y negra, otras pardos o de color de castaña: hasta los había llevado de luengas barbas, que venían de lejanos países y apenas si chapurreaban el español.
Olvidaba decirte que el contrincante de mi madre es uno de mis parientes lejanos, el viejo conde de Seligny, que con tanta distinción sirvió en nuestro ejército. Este hombre verdaderamente venerable me ha demostrado un interés casi paternal del cual me siento orgulloso.
Todavía no muy cierto de que se encontraba delante de una conciencia tan segura, había tratado él de refutar aquella luminosa demostración; pero ella había tendido la mano hacia los montes lejanos: «¿Ve usted aquellas montañas? Unas partes están iluminadas, otras permanecen en la sombra. Pero como el sol sigue su carrera, llega el momento en que éstas se iluminan y las otras se velan.
Con el auxilio de un anteojo veíamos claramente los mas lejanos objetos, abarcando un conjunto encantador. Encima un cielo de fuego y los pardos picachos de granito, de una majestad imponente.
Palabra del Dia
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