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Actualizado: 25 de mayo de 2025
¡Lo robaría! clamó la señá Eufrasia . Si éste quisiera, lo tomaríamos como nuestro... Me llevaría todos los chicos que veo. Las voces de la mujerona hicieron volver la cabeza a otros grupos lejanos, despegándose de ellos algunos hombres al reconocer a don Isidro.
Salguero se entusiasmaba recordando estas grandes aglomeraciones de bestias necesitadas de esquileo, los encuentros de las familias gitanas procedentes de los más lejanos extremos de la Península.
La gente pobre que no se acordaba de la casa de Dios, encontraba en su miseria el dinero necesario para que el pariente marchase á la fosa escoltado por la burra de don Facundo y mecido en su ataúd por el vozarrón del cura. Había días en que acompañaba cinco entierros en los lugares más lejanos de la parroquia; asunto de leguas.
Freya sirvió el té con una gracia púdica, como si fuese la hija de la casa. Pasaron el resto de la tarde conversando sobre lejanos viajes. Nadie aludió á la guerra ni á las preocupaciones de Italia en aquel momento por mantener su neutralidad ó salir de ella. Parecían vivir en un lugar inaccesible, á miles de leguas de todo tropel humano.
Ella y doña Mercedes podían hablar de minas y vastísimas propiedades, aunque ninguna de las dos conocía con certeza su fortuna, apreciándola únicamente por las enormes rentas millones al año que enviaban los lejanos administradores, y que consumían ambas sin saber cómo.
Moviose entonces ligero vientecillo, y Teodoro creyó sentir pasos lejanos en el fondo de aquel desconocido o supuesto abismo que ante sí tenía. Puso atención y no tardó en adquirir la certeza de que alguien andaba por allí. Levantándose, gritó: Muchacha, hombre, o quien quiera que seas, ¿se puede ir por aquí a las minas de Socartes?
De un lado teníamos al pié el gracioso valle donde tiene su asiento Báden-Báden: de otro veíamos una parte de las lindas montañas de la Floresta-Negra, formando grupos de inmensas cúpulas de verdura severa y profunda; hácia el norte admirábamos el precioso valle del Mürg, salpicado de cortijos y aldeas; en fin, mirando hácia el poniente, contemplábamos con delicia las llanuras del Rin, los lejanos campos de Alsacia y la cinta azulosa de los Vosgas, distinguiendo mas ó ménos el Rin, la ciudad de Carlsruhe, Kehl, Rastadt y muchos lugares de la márgen derecha del rio.
Lo que no pasaba era aquella negrura que se veía sobre el horizonte frontero: lejos de pasar, iba avanzando y extendiéndose en todas direcciones; y cuanto más avanzaba y se extendía, «más de ella» quedaba a la otra parte; vamos, como la «jumera» de un calero muy grande que acabara de encenderse detrás de los montes lejanos.
Escribió Alas su obra en tiempos no lejanos, cuando andábamos en aquella procesión del Naturalismo, marchando hacia el templo del arte con menos pompa retórica de la que antes se usaba, abandonadas las vestiduras caballerescas, y haciendo gala de la ropa usada en los actos comunes de la vida.
Cuando hablaban así, como otros dos hermanos del alma, empezaba la noche, retumbaban los truenos lejanos y vibraban en el cielo los relámpagos que a don Fermín le sorprendieron al entrar en Vetusta. Ana y Mesía estaban solos apoyados en el antepecho de la galería del primer piso, en una esquina de aquel corredor de cristales que daba vuelta a toda la casa.
Palabra del Dia
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