United States or Croatia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Habría gozado viendo sus lágrimas de alegría al contemplarme con la mitra en la cabeza.... Yo os he querido siempre; sois una familia excelente, y muchas veces me matasteis el hambre. Calle, señor, calle y no recuerde esas cosas.

Bramaba con bramidos la mar brava, La obscura y triste noche entristecia, Las crines y cabellos erizaba, El alma y corazon amortecia; El sexo femenil que lamentaba, En aprieto y angustia mas ponia, Lágrimas, y sollozos, y gemidos, Suspiros, gritos, llantos, alaridos.

El silencio pesa sobre ellos. ¡Y qué silencio!... A lo lejos suena el timbal... El agua muge... Los dos se miran entonces pálidos como la muerte. Y ella se pone a lanzar gritos penetrantes: ¡Jesús! ¡Jesús! Su voz suena en medio de la noche. Con un gemido violento él se oculta el rostro entre las manos. Un sollozo sin lágrimas sacude todo su cuerpo.

Cuando volví al cuarto de Lacante me le encontré hundido en su sillón, con las cejas fruncidas y aspecto de preocupación. Es un paquete, mi querido amigo, un verdadero paquete me dijo moviendo la cabeza con aire consternado. Protesté diciéndole que Elena era encantadora y que la había visto mal. ¿Cómo había de verla debajo de aquellos trapos grotescos y a través de sus lágrimas?

Clara, conmovida hasta saltársele las lágrimas, de todos se despide, sube por la escalerilla y todavía desde lo alto les envía con su hermosa mano un beso de despedida. Sin embargo, arriba ya estaban buscándola su hermano y Tristán. El coche enganchado esperaba a la puerta.

Paquito nada había dicho; púsose muy encarnado, con ese santo carmín con que el pudor instintivo tiñe las facciones de la inocencia, y destrozando entre sus deditos, sin darse cuenta de ello, una anforita romana, extraño lacrimatorio de vidrio que había sobre una mesa, ocultó con varonil esfuerzo las gruesas lágrimas que le brotaban de los ojos.

No creí deber turbar con ninguna palabra el curso de aquella súbita emoción, y alejéme algunos pasos con respeto. Después de un momento, viéndola levantar la frente y con mano distraída arreglar sus sueltos cabellos, me aproximé á ella. ¡Qué avergonzada estoy! murmuró. Esté usted más bien gozosa y renuncie, créamelo, á secar la fuente de esas lágrimas, porque es sagrada.

La dulce presión del brazo de la hermosa, aquel suave perfume, siempre el mismo, que exhalaba de su gentil persona, enajenaban al joven entomólogo, ya predispuesto a enternecerse por la prueba de cariño que su amada acababa de darle. Esta, que le conocía perfectamente, al sentir que le oprimía con más fuerza el brazo, le miró a la cara con fijeza, segura de encontrar lágrimas en sus ojos.

Se habían escrito durante una temporada. Después supo que se había casado; después no supo más de ella. Ha muerto le dije. ¿Ha muerto? repitió toda turbada. ¿La conocía usted?... ¿Dónde ha muerto? La conoce hoy todo el mundo. Ha muerto en Madrid. Su historia sencilla, escrita y publicada recientemente, ha hecho derramar muchas lágrimas.

»Su padre y yo estábamos enternecidos y veíamos con lágrimas en los ojos aquella dicha inefable y ultra-terrena. ¡Allí, sólo faltaba usted, Antoñita! »No bastándole a Magdalena aquella, contemplación tranquila y reposada, me indicó que me acercase y, levantándose, se apoyó en mi brazo.