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Actualizado: 5 de junio de 2025
El enorme contrabandista, montado en un altísimo rocín de musculosa y reluciente grupa, se volvió sonriendo para sí; agitó luego la espada con un ademán expresivo, y la tropa se perdió en los pinares. En aquel momento los alemanes, con las piezas de ocho, llegaban a la meseta y se formaban en batería, mientras que la columna de Framont trataba de escalar la ladera.
Tomó Fenton ladera arriba, siguiéronle sigilosamente los otros y al llegar á la cumbre miraron con precaución el barón y los caballeros por entre rocas y matorrales. El cuadro que el inmediato valle ofreció á su vista los dejó atónitos. Frente á ellos se extendía una gran llanura cubierta de verde hierba y por la que serpenteaban dos riachuelos.
Con todo quiere Apolo, que esta gente Religiosa se tenga aqui secreta, Dixo el dios que presume de eloquente. Oyose en esto el son de una corneta, Y un trapa, trapa, aparta, afuera, afuera, Que viene un gallardisimo poeta. Volví la vista y vi por la ladera. Del monte un postillon y un caballero Correr, como se dice, á la ligera.
Pronto nos sirvió de guía el propio Convento, que vimos aparecer allá á lo lejos, al pie de una árida ladera de Sierra de Jaranda, que lo defiende de los vientos del Norte.
Sus auras la galana primavera perfumará en la magia de tu encanto difundiendo en el monte y la ladera en lánguida cadencia y hechicera, el suspiro ardoroso de tu canto. Y en las veladas del invierno frio, en el hogar, alcázar del contento, zumbando fuera el huracan bravío, yo gozaré tu amor, tú el amor mio, junto á la alegre llama del sarmiento.
Cuando por mí hasta el cielo su voz vuela ligera, soy como el pobre esclavo sentado en la ladera, que al borde del camino deja el fardo cruel. Me siento descansado, que la carga espantosa de penas y de errores que agobia mi alma ansiosa, tu rezo bendecido hace volar con él. Vé á rogar por tu padre.
Se hallaban los expedicionarios muy arriba en la montaña, por encima de la aldea y de la casa de «El Encinar». La luz grisácea del invierno dispersaba las nieblas matinales, y en los pliegues de la ladera se divisaba la silueta de varios cosacos mirando a lo lejos, con las pistolas en alto y aproximándose lentamente a la vieja alquería.
La sorpresa le hizo incorporarse, avizorando con inquietud la negra y ondulante mancha de matorrales que se extendía ladera abajo. Este examen duró poco. Un culebreo rojo, una ondulación llameante y breve, seguida de una nubecilla y de un trueno, salió de entre los tamariscos, a corta distancia de él.
La anciana colocó la lámpara en una esquina del hogar y corrió los cerrojos. Fuera, el frío era intenso; el aire, tranquilo y límpido. Las cumbres de alrededor y los abetos del Jaegerthal se destacaban del cielo como masas obscuras o iluminadas. Lejos, bastante apartado de la ladera, un zorro aullaba en el valle del Blanru. ¡Buenas noches, Hullin! dijo la señora Lefèvre. ¡Buenas noches, Catalina!
¡Sí, sí! exclamaron los demás. ¿Estáis decididos? Pues bien; escuchadme un momento; el hermano de Jerónimo va a tomar el mando. Mi hermano ha muerto interrumpió Jerónimo ; es uno de los que se han quedado en la ladera del Grosmann.
Palabra del Dia
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