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NOS fray Pedro Jiménez Vaca Concedo libre y seguro pasaporte a don Juan Fernández, de profesión católico, apostólico y romano, que pasa a la villa revolucionaria de Madrid a diligencias propias: deja asegurada su conducta de catolicismo.

Así con mucha frecuencia le ocurría, por su misma ingenuidad, que se le escapaban reflexiones indignas, según le decía Zoraida, en una chica de su edad. Pero prosiguió: , Julio debe tener sus asuntos; pero es tan reservado, tan raro, que nadie puede sacarle nada. La festejó un tiempo a Elisa Jiménez.

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Por lo que relata el padre vicario entreveo que en el alma de Pepita Jiménez, en medio de la serenidad y calma que aparenta, hay clavado un agudo dardo de dolor; hay un amor de pureza contrariado por su vida pasada.

Fernan Jiménez desesperado ya de que Modico se le rindiese, y de tomarle, estaba dentro de su tienda dudoso de lo que habia de hacer, cuando las voces y algazara de los que bailaban le sacó de su tienda. Poco á poco se arrimó á las murallas, reconociéndolas sin gente, mandó que ciento de los suyos diesen una escalada, y él con lo restante acometeria la puerta.

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La vanidad me cegaba. Pepita Jiménez, desde que vino mi hijo, se me mostraba tan afable y cariñosa que yo me las prometía felices. Ha sido menester tu carta para hacerme caer en la cuenta. Ahora comprendo que, al haberse humanizado, al hacerme tantas fiestas y al bailarme el agua delante, no miraba en la pícara de Pepita sino al papá del teólogo barbilampiño.