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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Habia entre ellos una horrorosa disputa acerca del modo de hacer la cortesía; los jesuitas querian que los Chinos saludaran á sus padres y madres á la moda de la China, y los domínicos que fuera á la moda de Roma. Sucedióme que los jesuítas creyéron que yo era un domínico, y le dixéron á Su Magestad Tártara que era espía del Papa.

Un año, Urquiola, siendo estudiante del último curso, se había cubierto de gloria sustentando un tema propuesto por los maestros tras larga deliberación. «¿Los Borbones, subiendo al cadalso en Francia, expiaron los atentados de su familia contra la Compañía de Jesús?»... Urquiola sostuvo la afirmación, demostrando que la guillotina había sido un medio indirecto de Dios para castigar á los reyes que osaron expulsar de sus dominios á los jesuítas. ¡Muerte é infierno para los que se atrevían á perseguir á los verdaderos representantes de Jesús!... Su contradictor mantuvo opiniones de dulzura y olvido, objeciones humildes y tímidas, preparadas por los maestros.

Ambos, después de su muerte, se aparecieron vestidos de los ornamentos sagrados y cercados de mucha luz á sus bárbaros matadores reprendiéndolos su maldad y exhortándoles á que trajesen á su tierra nuevos Jesuitas que los instruyesen en la fe de Cristo.

¡Pobre joven! murmuró el P. Fernandez, sintiendo que sus ojos se humedecían; ¡te envidio á los jesuitas que te han educado! El P. Fernandez se equivocaba de medio en medio; los jesuitas renegaban de Isagani y cuando á la tarde supieron que había sido preso, dijeron que les comprometía. ¡Ese joven se pierde y nos va á hacer daño! ¡Que se sepa que de aquí no ha aprendido esas ideas!

Arrodillada en medio de aquel solitario templo vimos á una guapísima peregrina, demasiado hermosa, limpia y elegante para penitente, ó, cuando menos, para excitar ideas de penitencia. Y es cuanto recuerdo de la mejor casa que los Jesuítas tuvieron en España. Esta frase no me pertenece: se la al ya difunto Padre Manrique.

Por la mañana estudiaba filosofía y teología, leía las revistas científicas de los jesuitas, y escribía sus sermones y otros trabajos literarios. Preparaba una Historia de la Diócesis de Vetusta, obra seria, original, que daría mucha luz a ciertos puntos obscuros de los anales eclesiásticos de España.

La modestia es compañera inseparable del verdadero mérito dijo la dama trayendo a los labios con no poco trabajo, desde el fondo de su alma seca una gota de fiambre dulzura . Quizás me equivoque, ¿pero no es usted D. José O'Donnell? No soy O'Donnell. ¿No es usted comisionado de la Regencia secreta que se ha formado en Cataluña, presidida por el prepósito de los Jesuitas?

Los obreros de las ciudades no iban á misa, ni se confesaban; vivían separados del cura, despreciándolo. ¿Por qué, pues, habían de temerle? Los jesuítas y los frailes sólo visitaban las casas de los ricos y no podían esperar los pobres que se introdujeran en sus miserables tugurios. ¿Por qué, pues, odiarlos?

¡Ah, el populacho! ¡Con qué asco hablaba Urquiola de la masa sin voluntad que se dejaba arrastrar por falsos sabios, de pretendida ciencia! Se indignaba pensando en la ceguera de aquel rebaño, que en los conflictos de la miseria se revolvía contra los sacerdotes y especialmente contra los jesuítas.

Observaré sólo que en la disputa se han atribuido á los jesuítas principios que sus enemigos sacan por inducción de la doctrina de ellos, sin que ellos los confiesen; que no siempre han interpretado sus términos y sus expresiones en el verdadero sentido, y que nos han presentado las consecuencias de su sistema de una manera parcial, que no está de acuerdo con la equidad exacta

Palabra del Dia

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