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A su lado estaba otra figurilla menuda de hombre que la tenía cogida de la mano. El obispo les estaba echando la bendición. ¡Más cuál sería su asombro cuando aquel hombrecillo dio la vuelta! ¡Qué Jesucristo ni qué calabazas! El que se casaba con María era ni más ni menos que Manolito López, aquel chiquillo tan insolente y antipático.

Allá pasaba algo, porque oyó claramente algunas voces que decían: «Ahora le echa la bendición..., ahora..., ahora...» Y en el mismo instante apareció en la puerta de la estancia don Máximo que le dijo: « ¿Qué hace usted ahí tumbado? ¿No sabe usted que María se está casando? ¿Con quién se casa? Con Jesucristo; venga usted a ver la ceremoniaQuiso levantarse, pero no pudo.

Kempis, la Imitación de Jesucristo... ¿Cómo? ¡usted! ¿también usted?... Es un libro que quita el humor. Le hace a uno pensar en unas cosas... que no se le habían ocurrido nunca.... No importa. La vida, de todas maneras, es bien triste. Vea usted. Todo es pasajero.

Se representaron varias historias del antiguo y del nuevo Testamento, la pasión de Jesucristo y otras muchas, el Paraíso y el Infierno, todo dispuesto con admirable artificio, con innumerables máquinas de papel construídas con tanto arte, que se engañaban los espectadores, y las tomaban por verdaderas bombardas. El Paraíso y los ángeles, que en él había, peleaban contra el Infierno.

Esta antiquísima ciudad, fundada por los Focios 609 años ántes de Jesucristo, afortunada rival de Tyro, de Corinto y de Cartago, ha ido siempre en prosperidad, á pesar de los grandes desastres que la han puesto á prueba en varias épocas. Su poblacion aumenta hoy de un modo prodigioso, puesto que en 1841 contaba apánas 160,000 habitantes, y hoy tiene el enorme guarismo de 360,000.

A las primeras explicaciones, Cabesang Andang las tomó por añagaza, se sonrió y estuvo apaciguando á su hijo, recordándole los sacrificios, las privaciones, etc., y habló del hijo de Capitana Simona que, por haber entrado en el Seminario, se daba en el pueblo aires de obispo: Capitana Simona se consideraba ya como Madre de Dios, claro, ¡su hijo va á ser otro Jesucristo!

Hablo con formalidad. ¿Por qué no he de exponer yo á V. formalmente un caso de conciencia? Porque todo hombre de cierta educación, criado en el seno de la sociedad cristiana, aunque haya perdido la fe en Nuestro Señor Jesucristo, tiene la conciencia tan clara como yo, y no hay caso que no resuelva por , sin necesidad de consultarme.

El palo que a me sostiene por los caminos no ha de alzarlo contra su padre. Diómelo como una cruz Nuestro Señor Jesucristo. Apártate, leproso. Antes vuélvame el palo con que voy por el mundo, que si no me lo vuelve yo lo tomaré. ¡Ay de ti si me tocan tus manos podridas! Con lento andar, de una humildad fuerte y solemne, avanza el Pobre de San Lázaro.

Su Alteza dice que hay olivos aquí que fueron conocidos por los romanos. ¿Lo cree usted, profesor? ¿Algún árbol de éstos será del tiempo de Jesucristo?... Ante la indecisión de Novoa, continuó sus explicaciones. Caminaban, entre muros de vegetación recortada, hacia el final del parque. Mire usted: el jardín griego.

El paisaje cambió á ambos lados de la vía, que atravesaba ahora terrenos pantanosos. En las blandas praderas chapoteaban y rumiaban rebaños de búfalos, rudos animales que parecían tallados á hachazos. La doctora habló de Pestum, la antigua Poseidonia, ciudad de Neptuno, fundada por los griegos de Sybaris seis siglos antes de Jesucristo. Su prosperidad comercial dominaba toda la costa.