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Actualizado: 28 de junio de 2025


¡Hola! ¿Eres supersticioso? Tres días después, la sociedad de México quedó consternada, al saber que las hordas rebeldes habían entrado a saco en la hacienda principal de los Hernández Sandoval, que habían prendido fuego a su ingenio, y volado con dinamita el vetusto edificio. San Javier ya no era más que un enorme montón de escombros.

Teníamos por General a un hombre impetuoso, de más arrojo que prudencia; mediano táctico, pero incansable en las marchas. Nuestro Jefe de Estado Mayor, D. Francisco Javier Abadía, era un militar muy entendido, quizás de los mejores que entonces tenía el ejército español, y el coronel puesto al frente de la artillería pasaba por un oficial de mucho entendimiento en su arma.

Doña Carmen y Javier estaban al lado de Clotilde, para quien se había dispuesto en la sala de descanso una butaca. Julia y Ruiloz paseaban calladamente, yendo y viniendo desde los almacenes de mercancías hasta el depósito de agua, que servía como de abrevadero a las locomotoras.

Pusieron en movimiento á los escuadrones auxiliares, que debian venir de los pueblos de Santana, del de San Carlos y de los Angeles, 60, del de los Mártires, 60, del de San Javier, y de Santa María, 30.

Si tuviese el don del colorido, si sintiese mejor la forma artística, seria un genio; aún sin esas dotes, es un buen talento. Pues he leido á mi amigo Javier de Mendoza lo referente al palacio de la Bolsa, y al juego público denominado así, y ha convenido en la impropiedad de aquella palabra, y en la impropiedad del nombre de palacio, aplicado á dicho edificio.

Hizo Damián una muda reverencia, y salió leyendo el sobrescrito de la carta, que era el siguiente: «Señor don Francisco Javier Pérez Cueto. Calle de X , número 10, tercero, derecha».

Si viniera don Gil con nosotros, no se incomodaría usted. Vaya, ya empieza usted con sus bromas, don Javier. ¿Y cuándo se casa usted doña Leoncia? ¿Yo casarme? ¿Yo? dijo doña Leoncia con mal disimulada satisfacción. Pues sepa usted que se lleva un buen mozo. Don Gil es hombre que hará carrera ... está en buena edad....

No hay palabras con que expresar el asombro de Ruiloz, asombro mezclado de pena, pues su primera suposición fue que Julia seguía enamorada de Javier. Trató, sin embargo, de coordinar sus pensamientos, y preguntó a la vieja: Pero dígame V.: después de todo esto, ¿cómo sigue la señorita Julia viviendo en la casa? Viven y no viven juntos.

Pero ven acá, loco dijo Javier: ¿por qué no haces una tragedia de cosas del día en que salgan hombres como éstos de ahora? No seas tonto dijo el poeta riendo con la mayor buena fe: ahora no hay héroes. Majadero, ¿pues cómo llamas á Churruca, á Alvarez y á Daoiz? ; pero eso son héroes de casaca. Ramón tenía talento y facultades de poeta; pero había nacido en una época funesta para las letras.

La señora que tan celosa se mostraba de la opinión de su casa era doña Leoncia Iturriabeytia, vizcaína, como es fácil conocer por su apellido; patrona de aquel establecimiento, mujer de bien, como de cuarenta años mal contados, de buen aspecto, robustas formas, alta estatura cara redonda y carácter bonachón y más que sencillo. Señora, déjenos usted en paz le contestó Javier.

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