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Actualizado: 28 de junio de 2025


En tiempo de los jesuitas pudieron los indios de San Javier aprisionar uno de estos indios, y lo trajeron al pueblo, en el que procuraron agasajarlo con la suavidad del trato; pero nada bastó para que depusiese su ferocidad, en la que permaneció sin querer tomar alimento ni hablar una palabra, hasta que murió.

Este Congreso, sin autoridad legítima, nombró como funcionarios del poder legítimo á los generales Fernando Toro y Simon Bolívar, con el coronel Francisco Javier Maiz y por suplentes á Zea, al coronel Vallenilla y á Madariaga, que acababa de llegar de la Península española.

Celebro en el alma, mi querido Javier, que San Petersburgo te guste y que guste también a Marta, así como que hayáis encontrado en la embajada agradables colegas. Se pondera mucho el encanto y la bondad de la embajadora y esto facilitará vuestra aclimatación.

La enferma, V. lo sabe, no está para nada: el señorito Javier no si se habrá fijado; pero ese... lo mejor que le podía suceder era que la señorita Julia saliera de casa. ¿Y ella? Doña Carmen dice que , que la señorita ha comprendido que V. la quiere; yo, a decir verdad, no lo . ¡Ojalá le hiciese a V. caso! todo se lo merece... aunque no sea más que por lo que ha sufrido.

Para doña Carmen era toda mansedumbre y cariño: respecto de Clotilde y Javier, parecía vivir en sumisión forzada; les dirigía la palabra cortés y casi afectuosamente, pero siempre con tal circunspección y mesura, siempre con tan escasa confianza, que la reserva robaba espontaneidad a su lenguaje: diríase que medía y pesaba las palabras, evitando cuidadosamente todo lo que pudiese ocasionar piques y roces.

Si parecía un sermón de Viernes Santo.... El diablo me lleve si no les acaricio las muelas á esos catacaldos dijo Tres Pesetas, dispuesto á hacer lo que decía. Javier, el Doctrino, el poeta clásico, vieron una tempestad sobre sus cabezas; pero el poeta clásico, que era el mismo enemigo, no se acobardó y tuvo el antojo de llamar rapista al grandioso Calleja.

Ni aun entonces se apartó su vista de los barcos ingleses ni de los movimientos de nuestra artillería; y el imponente aspecto del alcázar y toldilla, donde agonizaban sus amigos y subalternos, no conmovió su pecho varonil ni quebrantó su enérgica resolución de sostener el fuego hasta perecer. ¡Ah!, recordando yo después la serenidad y estoicismo de D. Francisco Javier Uriarte, he podido comprender todo lo que nos cuentan de los heroicos capitanes de la antigüedad.

La boca del Rio Negro hasta San Javier, por ser desconocida su barra, ofrece algunas dificultades, que desaparecerian con buenos prácticos, y proveyendo la boca de todo lo necesario para socorro de los barcos que se presentasen para entrar. Hay varias canales para pagar la barra: las mas conocidas son las del S, del medio, del SE, y del N.

En efecto, el ruido no se hizo esperar: un gentío inmenso ocupaba la vecina plazuela de Santa Ana, y hasta la tranquila mansión de doña Leoncia llegó el rumor de las voces. La criada, que venía de comprar, entró dando gritos de terror y diciendo que había sentido unos grandes cañonazos. A los gritos de la gallega despertaron los tres amigos y Lázaro. ¿Qué hay? dijo Javier. ¿Qué algazara es esa?

Doña Carmen, que había autorizado los amores de la señorita Julia con D. Javier, prohibió naturalmente que éste entrase en la casa durante su ausencia, y ella, más buena que el pan, para evitar toda clase de habladurías, pidió a su novio que se marchara también de Madrid durante el verano.

Palabra del Dia

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