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Actualizado: 23 de julio de 2025


Todos los hombres del cortijo que no habían salido a los trabajos de campo más de una docena contemplaban con un asombro que tenía algo de infantil a aquel personaje terrible, obsesionados por la tétrica fama de su nombre. ¿Pueen yevar la jaca a la cuadra pa que descanse un poco? preguntó el bandido. Gallardo hizo una seña, y un mozo tiró de las riendas del animal, llevándoselo.

Adivinaba, al otro lado del tabique, el insomnio de Mariquita; oía el continuo revólver de su cuerpo en la cama, prorrumpiendo en suspiros dolorosos. Poco después del alba, Fermín salió de Marchamalo, dirigiéndose a Jerez sin despedirse de su familia. Al bajar a la carretera, lo primero que vio junto al ventorro fue a Rafael, sobre su jaca, plantado en medio del camino, como un centauro.

Pero en el mismo instante, un mugido feroz distrajo la atención del toro y algo rojo pasó ante su vista como una llamarada de fuego. Era Gallardo, que se había echado abajo de la jaca, abandonando la garrocha para coger el chaquetón que llevaba en el borrén de la silla. ¡Eeeh!... ¡Entra!

Rafael era el aperador del cortijo de Matanzuela, la finca de más valía que le quedaba a Luis Dupont, el primo escandaloso y pródigo de don Pablo. Inclinado sobre el cuello de la jaca, explicaba a Fermín su viaje a Jerez. He venío a encargá unas cosillas para allá y llevo prisa. Pero antes de volver, echaré un galope para ir a la viña y ver a tu padre. Me farta algo cuando no veo al padrino.

Corrieron los dos jinetes tras el animal, acosándolo cada uno por su lado, cortándole el paso cuando intentaba desviarse hacia el río, hasta que el marqués, espoleando su jaca, ganó distancia, se aproximó al toro con la garrocha por delante, y clavándola en su cola, logró, con el empuje combinado de su brazo y su caballo, que perdiese el equilibrio, rodando por el suelo con la panza al aire, los cuernos clavados en la tierra y las cuatro patas en alto.

La jaca iba al galope, espoleada por el aperador.

Los gitanos, secos, bronceados, de zancas largas y arqueadas, zamarra con remiendos y gorra de pelo, bajo la cual brillaban sus ojos con resplandor de fiebre, hablaban sin cesar, echando su aliento á la cara del comprador como si quisieran hipnotizarle. Pero fíjese usted bien en la jaca. Repare en sus líneas... ¡si parece una señorita!

Había sacado, él mismo su cuartago al soportal del mesón, y ya iba a poner el pie en el estribo, cuando sus ojos, un tanto ofuscados por el reflejo de las encaladas paredes, vieron venir, sobre una jaca, a un donoso pajecillo que parecía hacerle señas desde lejos.

El amo, que era regidor, lo propuso en concejo, y pronunció con tal motivo un bello discurso, donde expuso a la consideración del Ayuntamiento los argumentos capitales que su jaca le había insinuado.

Al salir Rafael de la casa del amo, espoleó su jaca, para hacer una visita a Marchamalo antes de volver al cortijo, pero se vio detenido frente al Círculo Caballista. Los señoritos más ricos de Jerez abandonaban sus copas de vino para salir a la calle, rodeando el caballo del aperador.

Palabra del Dia

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