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Su madre tuvo que aguardar. En vano la pobre mujer la dió prisa, revolviéndose impaciente en la barraca, como espoleada por la campana que sonaba á lo lejos. Iban á perder la misa. Mientras tanto, Roseta se peinaba con calma, para deshacer á continuación su obra, poco satisfecha de ella. Luego se arreglaba la mantilla con tirones de enfado, no encontrándola nunca de su gusto.

Las sombras temblorosas aprovechan la huída de la llama para envolverlos de nuevo en su manto tenebroso. El gabinete está solo. Una fantasía algo viva, espoleada por el miedo, pudiera, sin embargo, fácilmente imaginar otra cosa. Porque á menudo se ve correr una gran mancha negra por los muros, y pasar con la brevedad de un relámpago.

Consumido el frasco, al caer de la tarde volvíase alegremente a la ciudad, seguido de toda su corte, y al atravesar el puente de Aviñón, en medio de los tamboriles y de las farándulas, su mula, espoleada por la música, emprendía un trotecillo saltarín mientras que él mismo marcaba el paso de la danza con la birreta, lo cual era motivo de escándalo para los cardenales, pero hacía exclamar a todo el pueblo: «¡Ah, qué gran príncipe! ¡Ah, valiente PapaDespués de su viña de Château-Neuf, lo que más estimaba en el mundo el Papa era su mula.

Espoleada por la curiosidad, tanto como por la cólera, entró en el portal de la casa, donde había una puertecilla que comunicaba con el cuarto de la tertulia. Por el agujero de la cerradura apenas lograba verse nada; pero en cambio se oía claramente cuanto se hablaba. Pegó el oído á él y escuchó.

Movida por la curiosidad y espoleada por su instinto de mujer perdida, aceptó Carola la proposición; pero lo que más inclinó su ánimo fue aquella remota posibilidad de que llegasen a ser suyos los muebles a que se refirió el vejete. Si no había mentido, y cuenta que el caso, por lo vulgar, parecía verosímil, no era soñar con lo imposible.

La jaca iba al galope, espoleada por el aperador.

Al anochecer, la gente que sale de la plaza marcha de prisa, como espoleada por el hambre, y hasta en los barrios más apartados empieza a oírse el pregonar de los periódicos taurinos, recién impresos y húmedos, que son un mentís para quien tache de poco activa a nuestra raza. El mismo día y a igual hora, la calle de Atocha presentaba distinto aspecto.