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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Me echó un sermon sobre la eleccion de esposa... Le contesté que en Manila no había otra como ella, hermosa, bien educada, huérfana... Riquísima, elegante, graciosa, sin más defectos que una tía ridícula, añadió Basilio riendo. Isagani se rió á su vez. A propósito de la tía, ¿sabes que me ha encargado busque á su marido? ¿Doña Victorina? ¿Y se lo habrás prometido para que te conserve la novia?

Todo pues era júbilo, Pecson mismo se olvidaba de sus pesimismos viendo á la Pepay enseñar sonriendo una cartita; Sandoval y Makaraig se felicitaban mútuamente, solo Isagani permanecía algo frío y apenas se sonreía. ¿Qué le había pasado al joven? Isagani, al entrar en el teatro, vió á Paulita en un palco y á Juanito Pelaez conversando con ella. Púsose pálido y creyó que se equivocaba.

Juanito Pelaez que tambien era amigo de la bailarina se ofrecía á arreglar el asunto, pero Isagani sacudió la cabeza y dijo que era bastante haberse servido del P. Irene y que sería demasiado valerse de la Pepay en asunto semejante. ¡Veamos el otro medio! El otro es acudir á su abogado consultor, al señor Pasta, el oráculo ante quien se inclina don Custodio.

No se jugaba al tres-siete, ni se tocaba el piano, y la pequeña Tinay, la menor de todas las señoritas, se aburría sola jugando á la chongka, sin poderse explicar el interés que despiertan los asaltos, las conspiraciones, los sacos de pólvora, habiendo tantos hermosos sigayes en las siete casetas que parece le guiñan á una y le sonrien con sus boquitas entreabiertas para que los suba en la casa madre ó iná: Isagani que, cuando venía, jugaba con ella y se dejaba engañar lindamente, no acudía á sus llamamientos, Isagani escuchaba sombrío y silencioso lo que el platero Chichoy contaba.

Pues dígale usted al P. Camorra, se apresuró á decir Basilio tocando con el codo disimuladamiente á Isagani, dígale usted que si él bebiese agua en vez de vino ó de cerveza, acaso ganásemos todos y no diese mucho que hablar...

En medio de su entusiasmo, se le acercó un capista para decirle que el P. Fernandez, uno de los catedráticos de ampliacion, le quería hablar. Isagani se inmutó. El P. Fernandez era para él persona respetabilísima: era el uno que él esceptuaba siempre cuando de atacar á los frailes se trataba. Y ¿qué quiere el P. Fernandez? preguntó.

Vayamos pues á los detalles, dejemos la esfera de los principios, repuso Isagani sonriendo; y sin decir tambien mi propia opinion y aquí acentuó el joven la frase los estudiantes cesarían en su actitud y se suavizarían ciertas asperezas si los profesores supiesen tratarlos mejor de lo que hasta ahora han hecho... Esto está en sus manos.

Señor Isagani, dijo al fin en voz algo emocionada; desde la ventana le he oido á usted perorar porque, como tísico que soy, tengo buenos oidos, y he querido hablar con usted. A me han gustado siempre los jóvenes que se espresan claramente y tienen su manera propia de pensar y obrar, no me importa que sus ideas difieran de las mías.

Isagani fué saludado cordialmente lo mismo que el peninsular Sandoval, que vino de empleado á Manila y concluía sus estudios, completamente identificado con las aspiraciones de los estudiantes filipinos. Las barreras que la política establece entre las razas, desaparecen en las aulas como derretidas al calor de la ciencia y de la juventud.

En efecto, el de más edad, el que va vestido todo de negro era el estudiante de Medicina Basilio, conocido por sus buenas curas y maravillosos tratamientos. El otro, el más grande y más robusto con ser mucho más joven, era Isagani, uno de los poetas ó cuando menos versistas que salieron aquel año del Ateneo, caracter original, de ordinario poco comunicativo, y bastante taciturno.

Palabra del Dia

bagani

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