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Actualizado: 10 de mayo de 2025


El rico estudiante no le dejó terminar y le estrechó la mano. Cuente usted conmigo, cuente usted conmigo y á la fiesta de nuestra investidura convidaremos á estos señores, dijo señalando al cabo y al alguacil. Vox populi, vox Dei. Hemos dejado á Isagani arengando á sus amigos.

En uno vió á Juanito Pelaez al lado de una mujer, vestida de blanco con un velo transparente: en ella reconoció á Paulita Gómez. ¡La Paulita! exclamó sorprendido. Y viendo que en efecto era ella, en traje de novia, con Juanito Pelaez, como si viniesen de la iglesia, ¡Pobre Isagani! murmuró ¿qué se habrá hecho de él?

El capista se encogió de hombros; Isagani de mala gana le siguió. El P. Fernandez, aquel fraile que vimos en Los Baños, esperaba en su celda grave y triste, fruncidas las cejas como si estuviese meditando. Levantóse al ver entrar á Isagani, le saludó dándole la mano, y cerró la puerta; despues se puso á pasear de un estremo á otro de su aposento. Isagani de pié esperaba á que le hablase.

Allí adoptó á un sobrino, á Isagani, segun los maliciosos hijo suyo con su antigua novia cuando enviudó, hijo natural de una prima suya en Manila segun los más serios y enterados. El Capitan del vapor había visto al clérigo é instádole á que entrára en la cámara y subiese sobre-cubierta. Para decidirle había añadido: Si usted no va, los frailes creerán que no quiere reunirse con ellos.

Pero ¿quién será el tonto que ha escrito semejantes pasquines? preguntaba uno indignado. ¿Qué nos importa? contestaba Isagani; nosotros no tenemos por qué averiguarlo, ¡que lo averigüen ellos! Antes de saber cómo están redactados, nosotros no tenemos necesidad de hacer alardes de adhesion en los momentos como éste. Allí donde hay peligro, ¡allí debemos acudir porque allí está el honor!

¡Dediquemos el pansit al chino Quiroga, uno de los cuatro poderes del mundo filipino! propuso Isagani. ¡No, á la Eminencia Negra! ¡Silencio! exclamó uno con misterio; en la plaza hay grupos que nos contemplan y las paredes oyen.

Sin embargo, anoche ni siquiera se apercibió usted de que estaba en el teatro; todo el tiempo le estuve observando y no apartaba usted sus ojos de aquellas cochers... Se cambiaron los papeles; Isagani que venía para pedir explicaciones, las tuvo que dar y se consideró muy feliz cuando Paulita le dijo que le perdonaba.

Pero, como vosotros, seguimos el compás; nos encontramos entre la espada y la pared: ó ustedes nos echan ó nos echa el gobierno. El gobierno manda, y quien manda, manda, ¡y cartuchera al cañon! De eso se puede inferir, observó Isagani con amarga sonrisa, ¿que el gobierno quiere nuestra desmoralizacion? Oh, no, ¡yo no he querido decir eso!

Pero no, era ella misma, ella que le saludaba con una graciosa sonrisa mientras sus hermosos ojos parecían pedirle perdon y prometerle explicaciones. En efecto, habían convenido en que Isagani iría primero al teatro para ver si en el espectáculo no había nada inconveniente para una joven, y ahora la encontraba él, y nada menos que en compañía de su rival.

¡Ya! exclamó Isagani con risa amarga; para ése las atenciones porque es rico... vuelven los soldados de las espediciones, enfermos y heridos, ¡y á ellos nadie los visita!

Palabra del Dia

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