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Actualizado: 13 de julio de 2025


»En espera de ella, te abraza con toda su alma tu amiga »Agosto 5 de 18...» »119, Grave Street-Liverpool. »Tal es la historia fiel de los sucesos, limpia y descarnada de todo comentario. Con la idea que tiene usted formada, y bien formada, de mi carácter, ¿no le parece inverosímil el papel de galán que hago yo en ella, e imposible que haya logrado acomodarme a él?

Este había salido de la terraza por el salón de lectura, y entrando en un gabinete, cogió pluma y papel, y con letra inverosímil, púsose a escribir esta carta: «Mi querida María...».

La calma que le rodeaba hizo inverosímil cuanto había presenciado. De pronto vió moverse algo en el último término del camino, en lo más alto de la cuesta, allí donde la cinta blanca tocaba el azul del horizonte. Eran dos hombres á caballo, dos soldaditos de plomo que parecían escapados de una caja de juguetes.

En el siglo XI comenzaron á ser frecuentes las peregrinaciones al sepulcro de Santiago de Compostela, patrón de España . No es inverosímil que la multitud de devotos, que acudió allí de todas partes, importase también consigo su afición á ver y oir cosas deleitables, y que esto diese origen á las primeras representaciones de dramas religiosos, aunque no existan documentos históricos fidedignos que lo expresen con toda claridad, como dice Blas Nasarre al hablar de tales dramas de peregrinos.

Elegía de un hombre inverosímil ¿CONOC

Caracterizábale una libertad grosera en el hablar, un desprecio cínico hacia las personas, aun las más respetables, y una ignorancia que rayaba en lo inverosímil. Sus chistes eran de lo más burdo y soez que es posible tolerar entre personas decentes. Alguna vez daba en el clavo, esto es, tenía alguna ocurrencia feliz; mas, por regla general, sus chuscadas eran pura y lisamente desvergüenzas.

Se burló de misma, viéndose a punto de caer en la manía ridícula de ciertas jóvenes que creen que inspiran violentas pasiones. ¿Quién le decía que no se había equivocado en la naturaleza de la emoción que había sorprendido, y que Juan no estaba probablemente tan desesperado como le había parecido? ¡A la verdad, estaba loca! No, seguramente Juan no la amaba, era inverosímil, imposible.

Francisco Montiño se quedó como quien ve visiones: sabía que su cuñada Genoveva era una cincuentona que jamás había tenido hijos y que había perdido, hacia mucho tiempo, la esperanza de tenerlos; la noticia de aquel alumbramiento inverosímil, había venido de repente sin que le hubiese precedido en tiempo oportuno la noticia del embarazo; por otra parte, la carta en que Jerónimo Montiño se confesaba padre, no podía ser más seca ni más descarnada.

Cruzó por su mente la idea de que pudiese subir a su casa; pero al instante la desechó como inverosímil. Imaginó más bien que vendría a visitar a alguno de los inquilinos de los cuartos principal o segundo, que eran personas de calidad. No obstante, a despecho de su razón, no se tranquilizaba. Cuando oyó sonar el timbre de la puerta quedó aterrado.

Terminado el cotillón, comenzó el desfile de la gente. Fué una retirada estrepitosa. Toda aquella muchedumbre se agolpó en el vestíbulo y en la escalinata, charlando en voz alta, riendo, gritando alguna vez en demanda del coche. El vasto jardín, iluminado por algunos focos de luz eléctrica, ofrecía un aspecto fantástico, inverosímil, como los paisajes de los cosmoramas de feria.

Palabra del Dia

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