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Actualizado: 13 de julio de 2025
El juez casi dudó de haber oído bien, tan inverosímil le parecía que aquel hombre se contradijera de un momento a otro; pero su duda fue de corta duración, pues el Príncipe precisó así su pensamiento: Es cierto... Yo la he muerto... Por mí ha muerto. Hablaba lentamente, inmóvil, con voz tan sorda, que el juez le oía apenas. ¿Ha sido muerta por usted, por su mano? ¿Qué importa?
Acordábase de los dos casos que le había presentado el bueno de Feijoo, y pensaba si ocurriría lo que ella tuvo por más inverosímil, esto es, que se realizara el primero. ¿Llegaría a conformarse con tal vida, y a contenerse con aquel fruto desabrido del amor sin apetecer otro más dulzón y menos sano?... Maximiliano, en cambio, no podía vencer su inquietud.
Este orgullo le infundió un valor absurdo, inverosímil, como si fuese un ser gigantesco procedente de otro planeta y toda la humanidad que le rodeaba un simple hormiguero que podía borrar con los pies. ¡Que viniesen los enemigos!
Posábase aquí y allá, a modo de un ave inverosímil y familiar. Se hablaba de él con regocijo, pero sin espanto. El nombre de Teresa de Jesús, la religiosa andante, la garduña de almas, la pícara sublime, reaparecía con frecuencia en los diálogos.
Con cincuenta y seis años de edad, no pocos padecimientos y la facha que ya hemos descrito, don Casimiro mismo, á pesar de su amor propio, que no era flojo, había hallado, allá en el centro de su conciencia, un si es no es inverosímil que le quisiesen casar con aquel pimpollo.
Buscó la sala A., donde, en medio de los cien lienzos colgados en la pared, se destacaba una figura, como una aparición fantástica, apoderándose de sus miradas y ejerciendo sobre ella como una especie de atracción hipnótica: Roussel, de un parecido inverosímil, fresco, sonrosado, con sus cabellos blancos, satisfecho, pacífico.
Desde la mona catarrinia hasta la elegante y hermosa Helena y desde los antropiscos alalos que salieron de la Lemuria y se esparcieron en manadas y aullando por todo el mundo, hasta el hombre que compuso la Iliada y los que la entendían y gozaban leyéndola, hay progreso tan pasmoso que, aun suponiendo millares de siglos para realizarle, todavía nos parece inverosímil y punto menos que imposible.
En el fondo se abre una escalera monumental; en esta mansión inverosímil, las habitaciones son minúsculas, pero la escalera es inmensa; capricho del arquitecto. Al cabo de un minuto, una voz grita: «¡Señor profesor...! ¿Quiere usted subir hasta el estudio...? Son tres pisos.» César sube los tres pisos, a razón de treinta escalones cada uno.
Comprendido así el carácter y el entendimiento de Rafaela, no parecerá inverosímil lo que tenemos que contar ahora y podremos contarlo en resumen rápido, sin entrar en pormenores.
Pepe Güeto y doña Luz se reían de tan inverosímil suposición; pero la verdad era que ellos notaban asimismo lo mucho que D. Acisclo cavilaba, y sentían no pequeña curiosidad por conocer el asunto de sus cavilaciones.
Palabra del Dia
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