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Actualizado: 12 de julio de 2025


La muchacha ingenua y sencilla se puso más roja de lo que era: por primera vez, en su vida, sintió en los oídos el palpitar acelerado y martillante de su propio corazón y, como en un desvanecimiento extraño, tuvo la visión fugaz de una hermosa casa de campo en cuya puerta un carruaje esperase a su dueña...

Con la ingenua presunción de un hombre que no tiene una experiencia grande de las cosas de amor, interpretaba según su propio deseo el comportamiento de la señora Liénard, y vagas reminiscencias de novelas leídas en su juventud le hacían creer en una tierna y delicada premeditación por parte de la joven viuda.

Cuando mi padre se entregó al delirio poético amatorio en presencia de la duquesa, yo, presa del terror, abatí la cabeza y pensé: «La señora nos suelta los perros y salimos de estampía.» A la señora le cayó en gracia la ingenua osadía de mi padre, emitió un ajo encantador, y le alentó a que improvisase nuevos versos elegíacos.

Al día siguiente vino Petrona a visitarme, y como es tan ingenua y tan pintoresco su lenguaje, exclamó, dándome un abrazo: «¡Ay, Marianela, muchas gracias por haber hecho girar a la Pepa!». Inés se ríe del dicho de Petrona, pero noto que al punto vuelve a quedarse ligeramente triste. Trato de animarla: ¿Y qué tal la conversación de los cipreses? ¿Muy interesante, eh?... Mucho.

Celebré yo el dicho con una risotada no menos ingenua, dando enseguida las gracias por el piropo, casi al mismo tiempo que respondía Mari Pepa a la pregunta: ¿Quién sabe, hija del alma, quién sabe? Quien se jaz a comer «niales» de golondrina sin reventar de «duda», bien puede jacerse a vivir de ese modo sin ofender a Dios ni quebrantar la salud.

Ojeda sonrió al recordar, por estas indicaciones de su amigo, el final del insaciable Fausto. Había gozado dos grandes amores, Margarita y Elena, y ni la ingenua burguesilla alemana ni la hija tentadora de los dioses le hicieron conocer la verdadera felicidad.

Viniendo al hecho te diré que mi juicio sobre este héroe imaginario había sido para la brillante Eudoxia un motivo inagotable de ironías, mientras que el título de la novela excitaba cada vez más la curiosidad de Adela, y aunque bien convencido de que nada hay más pernicioso para la curiosidad de una joven cuya sensibilidad comienza a desarrollarse que la lectura de una obra de ese género, y sabes , además, que no entra en mi manera de ser calcular el efecto que podría producir sobre un alma ingenua y tierna ¡combinación cobarde y odiosa cuya sola idea me subleva! no he podido negarme a dejarle ese libro; ¡tanto es el poder que ejerce sobre mi voluntad el menor de sus deseos!

Hay una verdad tan ingénua, tan provocativa, por decirlo así, en la pintura y un interés tan grande en el asunto, que el espectador no puede menos de quedarse clavado ante aquel lienzo. Aquello es una triple epopeya, una para el arte, otra para la sociedad, otra para la fe.

Será penitencia tal vez replicó la viuda en aquel tono de convicción ingenua que tomaba cuando quería jugar con la credulidad de su sobrino, como el gato con la bola de papel. Francamente, tía, eso de que pase hambres... Yo no la perdono, no puede ser... le aseguro a usted que eso... jamás, jamás, jamás.

En su alma ingenua y sincera, ni aun la avaricia creciente y el culto de oro eran capaces de engendrar un solo vicio capaz de perjudicar directamente a nadie.

Palabra del Dia

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