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»Con tantas lágrimas y con muestras de tanto arrepentimiento dijo esto el renegado, que todos de un mesmo parecer consentimos, y venimos en declararle la verdad del caso; y así, le dimos cuenta de todo, sin encubrirle nada. Mostrámosle la ventanilla por donde parecía la caña, y él marcó desde allí la casa, y quedó de tener especial y gran cuidado de informarse quién en ella vivía.

Despertó sobresaltada, creyendo que había ladrones en la casa, y el día claro, con el vacío de la ausencia de Nina, le resultó más triste y solitario que la noche. Según Frasquito, que en esto pensaba cuerdamente, ningún rastro parecía más seguro que informarse de los señores en cuya casa servía Benina de asistenta.

Preciosa, algo aficionada de la gallarda disposición de Andrés, ya deseaba informarse si era el que había dicho; entró en Madrid, y como ella llevaba puesta la mira en buscar la casa del padre de Andrés, sin querer detenerse a bailar en ninguna parte, en poco espacio se puso en la calle do estaba, que ella muy bien sabía; y habiendo andado hasta la mitad, alzó los ojos a unos balcones de hierro dorados, que le habían dado por señas, y vió en ellos a un caballero de hasta edad de cincuenta años, con un hábito de cruz colorada en los pechos, de venerable gravedad y presencia; el cual apenas también hubo visto la Gitanilla cuando dijo: Subid, niñas; que aquí os darán limosna.

Por decir algo, expresó su agradecimiento al Sr. de Mayoral, que así nombraban al clérigo erudito, y añadió que ya había reconocido en el otro señor sacerdote al benéfico D. Romualdo. «Ya le he dicho también agregó Mayoral , que es usted criada de una señora que vive en la calle Imperial, y prometió informarse de su comportamiento antes de recomendarla...».

Volver á informarse de este espíritu es, en mi sentir, lo que la Compañía necesita, y no las mejoras y modificaciones de sus institutos, que el autor anónimo propone, manifestando deseo de que la Iglesia las adopte y establezca. No va por un lado el espíritu del siglo y no va por el lado opuesto el espíritu de la verdadera Religión.

El mismo pollo malévolo propuso otra cosa peor: si pensaba dar carrera a alguno de sus hijos. Las señoras rechazaron seriamente esta pregunta y fue sustituida por otra. Y de esta suerte prosiguieron hasta que dijo los tres y tres no de rúbrica, y vino cabizbajo a informarse de lo que habían preguntado.

Después de entrar en ella e informarse de que la señorita no estaba, subió lentamente hacia la iglesia, y al pasar por delante de ella y ver una cruz de hierro que hay en el atrio, vínole al pensamiento la idea de que debía haberse traído el revólver. Retrocedió, y a mitad del camino acordose de que su mujer había guardado el arma. ¡Qué tonto estuvo él en permitírselo!

El cirujano D. Pedro Gracian, que navegó conmigo en un barco por medio de los Xarajes, hombre bien inteligente en su facultad, oyendo al alferez de Cuyabá quejarse de que tenia entre su gente algunos enfermos del bicho; quizo informarse que cosa era el bicho, y en efecto fué á ver los enfermos, y halló que no habia tal bicho ni guzano, y se ofreció á curarlos luego.

Creo que le Tas ha encontrado un doméstico. Mañana irá a informarse y uno de estos días hablaremos de ello. Al día siguiente, le Tas tomó el tren de Corbeil. Se hospedó en el hotel de Francia y se puso inmediatamente a recorrer la ciudad. Visitó las papelerías, compró flores a todos los jardineros y se paseó por todas las calles.

Contrariada y afligida Juana, tenía que confesar que D. Jacinto no había parecido por aquella casa; no había enviado, al menos a un criado, a informarse de cómo estaba la enferma. Por último, La Caramba supo una novedad imprevista.