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Pero en torno de esta creación singular se agrupan, como digno cortejo, todos con fisonomía propia y rebosando de vida: la vieja Narda, sentenciosa consejera de Magdalena; el hidalgo don Lope, alma de oro con corteza de hierro, tan breve en palabras como largo en hechos, último vástago de aquellos indomables banderizos del siglo XV, y condenado en el nuestro a matar las solitarias horas sobre su potro de piedra; el estudiante, el indiano, la solterona Osmunda, providencial castigo de don Gonzalo; Carpio y Gorio, en quienes se cifra y compendia el carácter del campesino montañés con todos sus rodeos y suspicacia, y hasta los personajes de segundo orden, Chisquín, Toñazos, Polinar, Barriluco.... ¡Qué plenitud de sangre española en todos ellos! ¡Y qué cuadros los que llevan los títulos de La feria de Pedreguero, La romería de Verdellano y El festín!

Por otro lado, los Reyes de Castilla tuvieron siempre por gentes sospechosas á sus súbditos los vascos, quienes merced á sus privilegios constituían una especie de república, y además pasaban por hombres peligrosos, indomables. Esto fué causa de que se malograra más de una empresa de las ideadas por aquellos Príncipes. Bastará citar una sola, la de la armada Invencible.

Aunque vinieron a Chile muchos colonos españoles, se adelantó muy poco, a causa de los numerosos ataques de los indomables araucanos. Estos ataques continuaron hasta 1640, año en que el gobernador español concluyó un tratado con ellos.

Su resolución estaba tomada. Había que impresionar la moral de aquellos seres degradados, pero susceptibles de ideas generosas. Espíritus y cuerpos indomables, era preciso hablar a sus corazones. Ragasse, sin darse prisa, bajó contoneándose con las manos en los bolsillos. Si estaba detrás de la puerta dijo con malicia, no le disgustará desembarazarse de ...

Ella sorprende esa mirada, y ruborizándose un poco echa para atrás los indomables bucles. Caminan un instante en silencio, uno al lado del otro. La joven baja los ojos y sonríe, como si de pronto se hubiera apoderado de ella la timidez. Franquean los dos la gran puerta cochera sin haber reanudado la conversación. Juan mira a su alrededor y suelta un grito de admiración.

Esos oficiales tan inteligentes, tan correctos, tan irreprochables, y esos soldados tan alegres, tan ordenados, tan pulcros, que estábamos acostumbrados á ver en los restaurants, en los cafés, en los teatros y en los paseos de nuestra bella ciudad capitalina, marchan hoy, resueltos, animosos, decididos, indomables, por las abruptas montañas del Oriente, recorriendo distancias enormes, atravesando valles y cañadas, salvando espantosos precipicios; y siempre firmes, siempre ardorosos, siempre entusiastas, insensibles á la fatiga, inconmovibles ante el peligro, solo tienen una ambición: vencer, y un solo pensamiento: mostrarse dignos de la confianza en ellos depositada.

Tenía el país mucho carácter: eran las Vascongadas, rudas y hermosas. Por todas partes dominaban el camino amenazantes alturas, coronadas de recias casamatas o fuertes castillos recientemente construidos allí para señorear aquellos indomables cerros. En los flancos de la montaña se distinguían anchas zanjas de trincheras o líneas de reductos, como cicatrices en un rostro de veterano.

El tercero le componen dos buhardillones independientes entre . En el de mi derecha vive, digo mal, vivía hace pocos días, un matrimonio, joven aún, con algunos hijos de corta edad. El marido era bizco, de escasa talla, cetrino, de ruda y alborotada cabellera; gastaba ordinariamente una elástica verde remendada y unos pantalones pardos, rígidos, indomables ya por los remiendos y la mugre.