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Desnoyers sólo había estado dos veces allí, á la ida y al regreso de su viaje á Alemania. Otros emprendían ahora el mismo camino. Las muchedumbres populares iban acudiendo de los extremos de la ciudad para ver cómo desaparecían en el interior de la estación masas humanas de contornos geométricos, uniformemente vestidas, con relámpagos de acero y cadencioso acompañamiento de choques metálicos.

Estos y todos los demás lunares que en Mesía le obligaba a descubrir de poco acá el endiablado espíritu de análisis, camino de la locura según ella, procuraba Ana convertirlos en otras tantas estrellas luminosas de pura hermosura. Si alguna vez le sobrecogía la ida de perder a don Álvaro, temblaba horrorizada, como en otro tiempo cuando temía perder a Jesús.

Dende á pocos días, queriendo hacer lo mismo la Condesa del Príncipe y otra de Vindinelo, y alistadas ya y puestas en orden para partir, se les fué un esclavo y dió aviso á los enemigos, por lo que se dejó la ida.

Fingió á la ida andar menos porque la gente no se desalentase; fingió á la vuelta andar más por desatinar á los pilotos; si á esta declaración se junta la que hacía á los Reyes en la carta que escribió desde Jamaica, diciendo que sólo él sería capaz de decir dónde estaba Veragua y de volver á la costa, no puede menos de reconocerse, ya que no la pedantería de que le acusa el escritor alemán Rodolfo Cronau, cierta inmodestia.

Así se lo decía Lorenzo Fréitas, piloto de la nave, que tenía más de sesenta años, que había navegado mucho y que había hecho ya otros dos viajes de ida y vuelta a la India. Pronto Lorenzo Fréitas trabó amistad íntima con Tiburcio y se ganó el afecto y la confianza de Morsamor y de las damas aventureras.

En el pueblo donde asiste el gobernador o algún teniente gobernador concurren todos a su habitación, lo acompañan de ida y vuelta a la iglesia en toda ceremonia, pero estando solos guardan poca formalidad. Siempre que van juntos van en pelotón, o más bien en hilera, el corregidor delante, al que sigue el teniente y alcaldes, y por su orden los demás, siendo el último el menos graduado.

Nunca podría aconsejarte bastante cuán necesario es para ti que sigas este curso... Por otra parte, voy a quedarme un instante con la señora Terpsy; deseo interrogarla acerca de los resultados obtenidos. Las dos mujeres se marchan. El profesor entra en el saloncito, donde Terpsy se le une, apenas ida su última discípula. Señora: ¡dispense usted mi curiosidad...! Ignoraba si debía...

-Esa ida a toca -dijo Sanchica-: lléveme vuestra merced, señor, a las ancas de su rocín, que yo iré de muy buena gana a ver a mi señor padre. -Las hijas de los gobernadores no han de ir solas por los caminos, sino acompañadas de carrozas y literas y de gran número de sirvientes.

Después de habérselo dicho, se aseguraron todos más diciendo que pues el armada no había parescido aquel día, sería ida á Trípol. El Comendador Guimarán se halló presente á esto. Fué requerido que dijese su parescer, y no quiso, diciendo algunos que no tenían agua para sus galeras y que por esto que no se debían de partir tan presto, por lo que se tornó á altercar sobre los paresceres.

El acompañamiento fué lucidísimo á la ida y á la vuelta, sin que ocurra otra particularidad digna de notarse, que a que refiere Alvar García, cuyas palabras copiaremos: «Dichas las bendiciones, segun dijeron al Rey, tornaron á la Sra.