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Antes de saltar a tierra, cuando la barca hundía su proa en la grava, el muchacho le gritó con la impaciencia del que trae una gran noticia: ¡Una carta, don Chaume! ¡Una carta!... En aquel rincón del mundo, el más extraordinario suceso que podía turbar la vida ordinaria era la llegada de una carta. Febrer la revolvió en sus manos, examinándola como algo extraño y lejano.

Ángel pensó entonces que la luz del sol se apagaba para él, y que la tierra se hundía bajo sus plantas.

Creí sentir que una mano de muerta me hundía las uñas en el pecho; ante mis ojos pasaron relámpagos sangrientos; lancé un grito... luego creí oír que una voz me gritaba: «¡Vuela a socorrerla, vuela a socorrerla, sálvala, tu propia vida para conservar la suyaBruscamente me erguí; había vuelto a encontrar mis fuerzas.

El Vara de plata hundía sus manos sucias y huesosas en las profundidades de la sotana, sacando tres gruesos talonarios, uno rojo, otro verde y el tercero blanco. Pasaba las hojas, consultando los folios de las que llevaba arrancadas. Acariciaba respetuosamente las libretas, como si fuesen más importantes para el culto que los grandes libros del coro. ¡Día flojo, Gabriel!

En el crepúsculo á que nos referimos, parecía que el Creador había depurado todas las divinas tintas celestiales para esparcirlas en la inmensa bóveda, en la cual poco á poco fueron confundiéndose á medida que el gigante de la luz hundía su lumbre en los horizontes del Poniente.

Contestando á la súplica muda de aquellos ojos que la imploraban desde lo alto, murmuró repetidas veces, con una voz vagorosa, como si hablase en sueños. ; haré lo que quieres... ¡Lo que quieras! El, más agresivo en su pasión, hundía su brazo libre en el cálido encierro de la capa, apoderándose de las desnudeces que dejaba indefensas el escote del vestido.

Y zumbaba en todo el vagón el cuchicheo hostil; las miradas afluían a ella, pero Marieta abría sus ojazos imperiosos, sorbía aire ruidosamente con gesto de desprecio, y volvía a mirar los campos de algarrobos, los empolvados olivares, las blancas casas, que huían trazando un círculo en torno del tren en marcha, mientras el horizonte inflamábase al contacto del sol, que se hundía entre espesos vellones de oro.

Amigos á otros fueron muy propicios En este aprieto, dandoles ayuda: Caíanse los fuertes edificios, Que muy poco el cimiento les ayuda. Con la puerta, que queda sobre quicios, Aquel que mas no puede bien se escuda, En tanto que el umbral no se hundía, Y viene todo allí de Romanía.

El río tenía estremecimientos de luz que lo blanqueaban y corría sin hacer el más leve ruido entre sus altas riberas pobladas de árboles y de palacios. A lo lejos se hundía la ciudad populosa con sus torres, sus medias naranjas, sus flechas, en las cuales parecía que estaban encendidas las estrellas como faros, y el París central dormitaba confusamente extendido bajo las brumas.

Entonces, usando de todos los miramientos, vacilaciones y rodeos, tímidos unas veces, enérgicos otras, propios del hombre encargado de dar una noticia inesperada y triste que ha de herir el corazón, me dijo, recibiéndome en sus brazos: «¡Ya no tienes madreMe pareció que el suelo se hundía bajo mis pies, que mi existencia vacilaba por encontrarse sin base; mi alma elevose rápidamente al cielo como queriendo buscar la de aquélla que fue vida de mi vida aquí en la tierra. ¡Jamás hubiera creído que pudiese vivir sin ella un solo día!