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Actualizado: 19 de julio de 2025


Su dentadura había salido con tanta desigualdad que cada pieza estaba, como si dijéramos, donde le daba la gana. Y menos mal si aquellos condenados huesos no le molestaran nunca; ¡pero si tenía el pobrecito cada dolor de muelas que le hacía poner el grito más allá del Cielo!

Y al cerrar la noche, a cenar y a acostarse con los huesos cansados del trabajo, pero contentos de la jornada; a dormir en la santa paz de los que emplean bien el día y no sienten el remordimiento de haber hecho mal a nadie. ¡Venga de ahí! murmuraba Rafael con apasionamiento. Y aún no dices too lo bueno.

No dormía; no comía. Coma algo, siquiera un huevo pasado por agua le decía Telva, la sirvienta . Mire que ya está demasiado flaca, y si no come, los huesos le agujerearán la piel. Ojalá me la agujereen como criba y el alma se me salga como trigo pasado. ¿Para qué quiero el alma en el cuerpo? ¿Para qué me ha servido? ¿Quién ha querido comprarla, como buena simiente?

Todos los huesos me duelen, y la cabeza la siento a ratos como si estuviera vacía, sin sesos... Pero no me duele, y esto es mala señal, porque las jaquecas son un puntal de la vida. Yo no lo que me pasa.

Corrieron en lo demás las cosas como en el otro Auto, siendo en éste solo catorce los relajados en persona y otros siete en estátua o en sus huesos.

Capítulo adicional. El barranco de las Calaberas. A una hora de la ciudad de Teruel, próximamente, se halla el pueblo de Concúd, en cuyas inmediaciones está el barranco objeto de estos renglones: la arcilla terciaria forma su base: es un depósito de huesos fósiles en bancos de mucho espesor, alternando con alguno de conglomerado y calizo.

Los peones, calados hasta los huesos, con su flacura en relieve por la ropa pegada al cuerpo, despeñaban las vigas por la barranca. Cada esfuerzo arrancaba un unísono grito de ánimo, y cuando la monstruosa viga rodaba dando tumbos y se hundía con un cañonazo en el agua, todos los peones lanzaban su ¡a...ijú! de triunfo.

Así es que léjos de pretender que se las destierre del todo de las obras elementales, conviene que se las conserve, no en toda su sequedad, pero si en todo su vigor. Nervos et ossa las llamaba Melchor Cano con mucha oportunidad: no se destruyan pues esos nervios y huesos; basta cubrirlos con piel blanda y colorada, para que no repugnen ni ofendan.

Volvió la cabeza, se levantó con aire descontento, como el niño que abandona a disgusto sus juegos, y se dirigió a la cabaña, no sin llevarse una hermosa cabeza de caballo, de huesos blancos y pulidos, que él apreciaba mucho, sobre todo desde que había introducido en su interior unos guijarros que resonaban de la manera más agradable, cuando Pen-Ouët sacudía aquel instrumento de nuevo género.

Se anduvo 9 leguas por el rumbo del S cuarta SE: una legua al S de este puesto hallamos una toldería de indios sobre una loma llamada el Monton de Huesos, y al pié de una laguna algo grande.

Palabra del Dia

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