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Actualizado: 11 de noviembre de 2025
¡Robar! mugió Tocino. ¡Robar! ¡Siempre está usted con lo mismo! Tanto oye usted á los trabajadores, en su manía de mimarlos cuando se los llevan al hospital, que acaba por creer todas sus mentiras. Aquí á nadie se roba. Aquí lo único que se hace es defender lo que es de uno.
Pero Desnoyers no estaba para recordar las ingenuas opiniones de su madre. Apenas se hubo instalado en su hotel, junto al río, corrió á la gran hospedería convertida en hospital. Los guardianes le dijeron que hasta la tarde no podría hablar con el director.
La de S. Ginés mártir, que supone el P. Roa se hallaba situada donde está ahora el hospital llamado de la lámpara, y que S. Eulogio pone en el arrabal de Tercios, del cual hoy nadie dá razon. En esta iglesia estuvo sepultada la célebre Sta.
Otra de las personas que se presenta en escena es el marinero enganchado para el extranjero, que viene en busca de un pasaporte; ó el que acaba de llegar de un largo viaje, todo pálido y débil, que busca un pase para el hospital.
Las palabras hospital, hospicio, casa de empeños y de refugio, son completamente desconocidas en su vocabulario; es más, Ambrosio no llegará jamás á comprender su significación; ignora lo que son las interminables noches del invierno sin abrigo y sin luz, y no sabe lo horrible de la palabra ¡pan! pronunciada por un hijo hambriento y aterido.
¡Aaah..., yaaa! exclamó el tío Frasquito estupefacto y desolado, al ver que la Trapa se quedaba sin fundar, y el hospital sin concluir, y el novicio sin tomar el hábito.
Se me aconsejó que lo mandase a Frisco al hospital, puesto que ya no servía para nada, y que toda la vida sería una criatura; pero yo, quizá porque había algo en la mirada de Juan, o tal vez porque nunca había tenido una criatura, me opuse a ello tenazmente. Yo era rica en aquella ocasión.
Manifestó Benina a la Pitusa que era un dolor mandar al Hospital a tan ilustre señorón, y que ella se determinaría a llevarle a su casa, sí... Hirió la mente de la anciana una atrevida idea, y con la resolución que era cualidad primaria de su carácter, se apresuró a ponerla en práctica con toda prontitud. «¿Quieres oírme una palabrita? dijo a la Pitusa, cogiéndola por el brazo para sacarla de la cocina.
Púsome nombre del perro sabio y no habíamos llegado al alojamiento cuando, tocando su atambor, andaba por todo el lugar pregonando que todas las personas que quisiesen venir a ver las maravillosas gracias y habilidades del perro sabio, en tal casa, o en tal hospital, las mostraban, a ocho, o a cuatro maravedís, según era el pueblo, grande o chico.
Aquí fué el barrullo; la sala parecía un hospital, un campo de batalla. El P. Salví parecía muerto y las señoras viendo que no acudían á ellas tomaron el partido de volver en sí. Entre tanto la cabeza se había reducido á polvo y Mr. Leeds colocaba otra vez el paño negro sobre la mesa y saludaba á su auditorio.
Palabra del Dia
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