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Actualizado: 11 de octubre de 2025


Di, Homero: ¿qué has hecho de aquella muchacha tan simpática que llevabas del brazo?... ¿La encontraste en algún libro griego? ¿Era ática o beocia? Está en el hospital contestó Maltrana con los ojos llorosos. Su acento era tan triste, que impuso silencio a los alegres compañeros. Pasaba las noches en la redacción.

Cruz de Valladolid y del hospital de niños espósitos de Toledo, ambas fundaciones del cardenal de España D. Pedro Gonzalez de Mendoza, terminadas la primera en 1492 y la segunda en 1514. Pedro de Ibarra construyó en 1521 para el obispo D. Alonso de Fonseca el colegio mayor de Santiago el Zevedeo de Salamanca.

Para obviar este inconveniente, creyeron sus directores que el mejor medio era obtener para su establecimiento un privilegio semejante al del otro hospital.

Valiera más, Nardo, que en lugar de fijarnos en ejemplos como el de ese buen señor para echar de casa á nuestros hijos, volviéramos los ojos á otros más desgraciados. ¡Cuántas lágrimas se ahorrarían así!... Sin ir más lejos, ahí está nuestra vecina que no halla consuelo hace un mes, llorando al hijo de su alma que se le murió en un hospital al poco tiempo de llegar á la Habana.

El hospital militar y la llamada real botica son dos establecimientos que pueden considerarse como una mina bien esplotada, ó como un comercio lucrativo siempre, y nunca de pérdidas.

Véanse las láminas Hospital de Espósitos, y Detalles de la fachada del mismo. Véase la lámina Capilla del hospital del cardenal. Véase acerca de esta diferencia la pág. 299. Véase la lámina que la representa.

Ha vivido algún tiempo en un tejar detrás de la nueva Plaza de Toros. ¡Pobre chico! Fuimos allá, y dos mujeres que encontramos y que no se recomiendan por su fisonomía, nos dijeron que, habiendo caído enfermo con calenturas, le habían llevado al hospital. ¡Al hospital! repitió Isidora saliendo de su letargo. Corrimos al momento al Hospital General, y le encontramos convaleciente.

Isidro esperaba una explosión de llanto, la protesta de una repugnancia instintiva, y quedó asombrado al ver la inmovilidad del rostro de Feli, sus ojos fijos y tristes puestos en él. Tras una larga pausa, bajó la cabeza en señal de asentimiento. que aceptaba: iría al hospital, pero sin participar de los optimismos del joven.

Sonrió con desdén Navarro, y como si su hermano hubiese dicho una gran necedad, le contestó de este modo: ¿Pero no sabes, pobre hombre, que ese infeliz Zumalacárregui fue hecho prisionero en la Rioja, conducido a Estella, en cuya cárcel se agravó su enfermedad del hígado, y después trasportado en un carro a Pamplona? ¿No sabes que está en el hospital con un mal gravísimo, que algunos tienen por hepatitis y otros por locura? ¡Lástima de hombre! le aprecio mucho y deseo que sane.

¡Pobre señora!... No hablemos de ella. Pero habló para lamentar sus prodigalidades de devota. Había dedicado millones á la construcción en España de un hospital enorme por consejo de su capellán aragonés, el astrónomo de los Campos Elíseos.

Palabra del Dia

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