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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Pero ¡ah! que no pueden tus olas seguir a mis ideas Rápidas como el viento que arrebata la hojarasca que se extiende a tus pies. Algunas veces, trepando por la escarpada pendiente Llego al punto donde tienes tu nacimiento Y te contemplo cual hija de las nubes, flotando entre vapores. Fuera imposible sin ti, la vida en estas soledades.
Pepe sentía una zozobra inexplicable: cada dos minutos formaba resolución de irse; pero sus pies no se movían... De cuando en cuando el remover de las sillas producía un estrépito entrecortado y seco, tras el cual sólo se oía un ruido bajo y sordo, semejante al que producen las culebras arrastrándose entre hojarasca seca.
La embriaguez de la sangre había enardecido a la bicha. El cazador lanzó un juramento sordo antes de volverla al saco; le había clavado en un dedo sus agudos colmillos. Isidro abandonó de mala gana el lecho de hojarasca, para seguir a la cuadrilla en busca de nuevas bocas. ¿Por qué no se retiraban ya? La operación estaba vista. Pero el Mosco protestó. ¿Retirarme?... ¡Botones!
Admiraba por este tiempo con sus resaltos, retruécanos y enorme hojarasca, un arquitecto, maestro mayor de Madrid, llamado D. Francisco Hurtado Izquierdo, que habia construido la capilla del Sagrario de la Cartuja del Paular: profesor contemporáneo del famoso Churriguera, con quien rivalizaba en el desarreglo de la fantasía.
La adulación de comparar á Carlos II, sin actividad ni energía, nada menos que con Alejandro Magno, que sale al campo contra Tiro, es demasiado grosera. El estilo es defectuoso, hinchado y lleno de hojarasca. Al hacer la descripción de la conquista de Tiro, parece haber utilizado la de esta ciudad que se encuentra en Curcio, lib. IV, cap. 4.º .
Los gorriones perseguíanse en la doble escalinata de la iglesia, y revolando de ciprés en ciprés, iban á posarse sobre la estatua de mármol de San Ignacio. A ambos lados de la avenida que da acceso al monasterio, dos paseos cubiertos de plantas trepadoras, dos túneles de hojarasca, ofrecían su fresca sombra de tonos verdosos.
El silencio hacía renacer el murmullo de la hojarasca, el zumbido de los insectos, la respiración veraniega del suelo ardiente de sol, todos los ruidos de la Naturaleza, que parecía haberse contraído temerosamente bajo el peso de los hombres en armas. No se daba cuenta exacta Desnoyers del paso del tiempo. Creyó todo lo anterior un mal ensueño.
24 Como si nunca fueran plantados, como si nunca fueran sembrados, como si nunca su tronco hubiera tenido raíz en la tierra; y aun soplando en ellos se secan, y el torbellino los lleva como hojarasca. 25 ¿Y a qué, me haréis semejante, para que me comparéis? Dice el Santo.
Esa misma noche, al encender el candil que llevaba consigo, y al ir a acostarse sobre un montón de hojarasca, hacia el fondo de la gruta, hallose con el cuerpo momificado de un viejo anacoreta, que apretaba todavía entre sus manos resecas las cuentas del rosario.
Todo aquello era broma; ni don Víctor era hoy más liberal que ayer, ni trataba de usted a Ripamilán, ni le tenía por calavera; pero así se manifestaba allí la alegría que a todos los presentes comunicaba aquel vino transparente que lucía en fino cristal, ya con reflejos de oro, ya con misteriosos tornasoles de gruta mágica, en el amaranto y el violeta obscuro del Burdeos en que se bañaban los rayos más atrevidos del sol, que entraba atravesando la verdura de la hojarasca, tapiz de las ventanas del patio. ¿Por qué no alegrarse? ¿por qué no reír y disparatar?
Palabra del Dia
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