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Actualizado: 28 de junio de 2025
A 2 de junio, primero día de Pascua de Espíritu Santo, salieron por la parte de Levante 600 hombres de todas naciones, y llegados á las trincheas de los enemigos, se las ganaron, matando y hiriendo muchos, hasta hacerles desamparar el artillería. Enclaváronle dos piezas della, con punteroles, por no llevar recado de otra cosa.
Durante la ceremonia de hacer los esqueletos, se visten los indios de mantos largos de pieles, cubriendo las caras con ollin, y andando al rededor de la tienda, con unas adargas ó lanzas en las manos, cantando tristemente, ó hiriendo la tierra para espantar los valichos, ó demonios.
Cual suelen cazadores por el Soto Con perros y sábuesos voceria Alzar, asì hiriendo á este devoto, El crudo barbarismo lo hacia. Estaba ya su cuerpo todo roto, La sangre hilo
Mas no en batallas se probó tu aliento: En pulperías fueron tus campañas, Armado con un naipe mas mugriento Que el corazon que abrigan tus entrañas. Pérfido el vaso de licor tendiendo Y bajo el poncho armando la cuchilla, Y á tus contrarios por la espalda hiriendo, Seguido por vandálica gavilla;
Puesto el empeño en granjearse la amistad y el concepto del magnate, por aquellos resortes flacos del corazón humano, fué dando interés á las entrevistas frecuentes y largas que á solas tuvieron en el palacio de Walsingham , hasta desarrollar por completo el plan que, hiriendo de muerte al Monarca católico, procuraría al caudillo británico gloria inmarcesible y cuantiosa riqueza .
Pronunciaron muy doctos y elocuentes discursos, pero nada averiguaron. Señor, dijeron al cabo todos ellos al Rey, postrándose humildemente a sus pies e hiriendo el polvo con las respetables frentes, somos unos mentecatos; haz que nos ahorquen; nuestra ciencia es una mentira: ignoramos quién sea el pájaro verde, y sólo nos atrevemos a sospechar si será acaso el ave fénix del Arabia.
El poeta prosiguió más excitado: El Amor del cielo va hiriendo, como he dicho, algunas almas di primo cartello; pero al cabo, mientras que vive por acá, en la tierra, no anda siempre errante y sin hogar. Elige el alma más noble, más pura y más bella, y allí hace su morada. Esta alma suele ser la de una mujer, con frecuencia, casada. Imagínense ustedes, ¡qué honra, qué distinción para el marido!
Las carcajadas, las voces y la música, impresionando el oído; el aroma de las flores y el olor aperitivo de las comidas y licores, hiriendo el olfato; la viveza de las miradas, la variedad de colores, afectando la vista, producían en aquel recinto una fascinación que habría dado al traste con la fortaleza de todos los ermitaños de la Tebaida.
Y al llegar al estribillo: Toquen, toquen rabeles y gaitas, Panderetas, tambores y flautas... se armó un estrépito de dos mil diablos: chillaban y tocaban a la vez, con ambas manos, y aun hiriendo con los pies el suelo. Hasta el rorro, asustado por la bulla o desentumecido por el calor y vuelto a la conciencia de su hambre, se resolvió a tomar parte en el concierto.
A estas señales de vida, el toro volvía a la carga, hiriendo de nuevo con sus fieras astas los miembros destrozados, aunque palpitantes todavía, de su víctima.
Palabra del Dia
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