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Actualizado: 10 de mayo de 2025
No tenía entonces Marineda el parque inglés que, andando el tiempo, hermoseó su recinto: y las Filas, donde se daban vueltas durante las mañanas de invierno y las tardes de verano, eran una estrecha avenida, pavimentada de piedra, de una parte guarnecida por alta hilera de casas, de otra por una serie de bancos que coronaban toscas estatuas alegóricas de las Estaciones, de las Virtudes, mutiladas y privadas de manos y narices por la travesura de los muchachos.
Tuvieron siempre á la vista una hilera de colinas, que empezando por el Cerrito Colorado siguen la direccion de la derrota, acercándose ó alejándose, que en el pais llaman Cerrillada, porque es lo que mas se eleva en el terreno de estas vecinas campañas, sin que por eso se excedan de la altura del Cerrito Colorado.
Y con estos propósitos, caminando en ala los siete donde el terreno lo permitía, o en hilera si el sendero no daba más de sí, pero ocupando siempre don Simón el puesto de preferencia, ensanchábasele el pecho al pobre hombre a impulsos de su vanidad, creyendo de buena fe que todas aquellas deferencias con él guardadas eran hijas de una adhesión espontánea y desinteresada a su persona. ¡Y estaba cansado de oír hablar de ciertos caciques de aldea, perpetuos muñidores electorales, para quienes es una fiesta acompañar candidatos, y comer acá, y cenar allá, y desayunarse en el otro lado con ellos y a sus expensas, y frecuentemente un negocio cada elección después de cada paseo!
Pero no es maravilla que nos alcancen tan pronto, con su triple hilera de remos, al paso que nosotros sólo tenemos las velas. ¿Véis alguna señal ó bandera á bordo de esos barcos? En la vela mayor del de la izquierda hay pintada una enorme cabeza negra, respondió el capitán. Es la galera del cruel pirata normando y la primera vez que la ví fué en Chelsea.
Entró en una corta avenida formada por una doble hilera de verjas de jardín. Las casas sólo se dejaban ver á través de columnatas de palmeras y del follaje duro de los grandes magnolieros. Iba leyendo los nombres de los propiedades en pequeñas lápidas de mármol rojo fijas en las entradas de las verjas. «Villa-Rosa»: aquí era.
El Hombre-Montaña iba á pasearse por dentro de ella sin que su cabeza tocase el techo. Diez gigantes de su misma estatura podían acostarse en hilera de un extremo á otro de la grandiosa construcción. Su ancho equivalía á cuatro veces la longitud del coloso.
La parte intermedia se llama Tandil, tomado de una montaña de este nombre, mas alta que las demas. La última punta de esta hilera de montañas se llama Cairu.
La misa terminó, algunas señoras se pararon, persignándose; en seguida, con un sofocado rumoreo, todo el elegante gentío se levantó también, y lentamente, formando hilera, comenzó a salir. Los bancos quedaron vacíos. Apagados los cirios, una penumbra en el silencio fue amortiguando el brillo de los altares, y las estatuas vestidas de los santos se anegaban de sombra en sus nichos.
Cuando Ramiro llegó ante el blasonado frontis, los empleados de la justicia regia y comunal se aglomeraban y zumbaban como moscas a uno y otro lado del portalón y en torno a la fuente; mientras las cofradías y las órdenes esperaban, en larga hilera, desde la plaza del Mercado hasta más allá del convento de Santa María de Gracia. Los monjes rezaban.
Está Labná, con aquel edificio curioso que tiene por cerca del techo una hilera de cráneos de piedra, y aquella otra ruina donde cargan dos hombres una gran esfera, de pie uno, y el otro arrodillado. En Yucatán está Izamal, donde se encontró aquella Cara Gigantesca, una cara de piedra de dos varas y más.
Palabra del Dia
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