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De Pas tenía un proyecto: casar a Olvido con quien él quisiera; creía poder conseguirlo; pero aún no había candidato; aquella proporción debía ser el premio de algún servicio muy grande que se le hiciera a él, no sabía cuándo ni en qué necesidad fuerte. Aquella mañana se le recibió en el hotel Páez como siempre, bajo palio, según la frase de don Francisco.

Si un hombre está en un navio quieto, y desde él mira á otra nave que se mueve, luego le parece que se mueve tambien la suya, y se lo hiciera creer la vista si no le desengañára la razon.

Pero si el bolsillo contuviera bastantes monedas para asegurar de una vez mi fortuna; si el billete fuera un talon contra el Banco de Lóndres, y representara una cantidad que hiciera imposible la ruina; si la mercancía de la tienda, del café ó de la fonda, valiese menos que la del bolsillo ó el billete de usted, ¿cree usted que el hombre moral de Paris dejaria de ajustar la cuenta por los dedos; cree usted que dejaria de anotar en el libro de entrada la partida mayor?

A esto se estremeció de espanto la angustiada mujer y volvió a caer de rodillas delante de , para pedirme por Dios crucificado que no se hiciera tal cosa.

Llegó una mano de echar todos el resto, y si uno no diera partido a otro él hiciera mesa gallega. Finalmente, a los dos en aquel resto se les acabó el dinero y se levantaron; viendo lo cual el vendedor del asno, dijo que si hubiera cuarto, que él jugara, porque era enemigo de jugar en tercio. El Asturiano dijo que él haría cuarto.

Después de su regreso á la cárcel fué tal el estado de agitación nerviosa de Ester, que se hizo necesaria la vigilancia más asidua para impedir que intentase algo contra su persona, ó que en un momento de arrebato hiciera algún daño á la pobre criaturita.

Me contengo porque, si lo hiciera, mi madre nos daría la gran desazón: es increíble hasta qué punto parece identificada con él; pero no me cabe en la cabeza la idea de que nos abandonara por seguirle. Supón lo sensible que me será admitir semejante posibilidad.

Después de recibir semejante respuesta, no es de extrañar que el señor Macey hiciera notar más tarde, en la velada del Arco Iris, que Marner tenía la cabeza perdida, y que no sabía probablemente cuándo era domingo, lo que demostraba que era más pagano que muchos perros. Además del señor Macey, otra persona que consolaba a Silas fue a verlo con el corazón lleno de los mismos pensamientos.

Hiciera calor o frío, arropábase con pieles, pues había adoptado desde su casamiento la idea de que una señora de distinción no debía ponerse en camino sin llevar sobre el cuero de algún animal. Creía firmemente que, vestida de ese modo, quedaban borradas las máculas de su origen.

Las afiladas hojas de la fresa silvestre y las entrelazadas ramas de las guayabas, obligaron más de una vez á que se hiciera uso de la cuchilla para dejarnos paso en aquellos estrechos desfiladeros apenas hollados por humana planta.