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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Tal vez deseen saber ustedes lo que sucedía, entretanto, en la casa de la calle de Richelieu, pero no puedo decírselo. No faltaba quien asegurase que una amiga de la señora Bonnivet se había encargado de substituirla interinamente, hasta el día en que la pequeña Judit hiciera suerte.

Yo me esforzaba, sin embargo, en tener devoción, y pedía a Dios que me diera fuerzas para no mentir y que me hiciera santa; yo se lo pedía todas las noches cuando me quedaba sola y podía rezar con el corazón.

-Desa suerte -dijo don Quijote-, quitado me ha Nuestro Señor del trabajo que había de tomar en vengar su muerte si otro alguno le hubiera muerto; pero, habiéndole muerto quien le mató, no hay sino callar y encoger los hombros, porque lo mesmo hiciera si a mismo me matara.

Y como el morito, acometido de violentísimas picazones en brazos y pecho, hiciera garras de sus dedos para rascarse con gana, la ribeteadora se acercó para mirarle los brazos, que había desnudado de la manga. «Lo que tiene este hombre dijo con espanto es lepra... ¡Jesús, qué lepra, seña Benina!

En el último peldaño de la escalera encontraron otro obstáculo: dos muchachuelas y tres nenes, uno de estos en mantillas, interceptaban el paso. Estaban jugando con arena fina de fregar. El mamón estaba fajado y en el suelo, con las patas y las manos al aire, berreando, sin que nadie le hiciera caso.

El único que no le hiciera manifestación alguna de simpatía era la efigie de un dominico, fray Anselmo de Araya, gran inquisidor de Felipe II. La adusta rigidez de este fraile, que permanecía tal cual fuera pintado hacía siglos, infundió a Pablo todavía mayor temor que las sonrisas y los movimientos de las demás figuras...

La casa del gordo Arnaiz era relativamente moderna. Se había hecho pañero porque tuvo que quedarse con las existencias de Albert, para indemnizarse de un préstamo que le hiciera en 1843.

Justó muy ruinmente el señor don Fulano, y dio el sayete de armas al truhán, porque le loaba de haber llevado muy buenas lanzas. ¿Qué hiciera si fuera verdad?

Era en vano que Juana, no solamente no le hiciera reproches, ni aun le confiase nada. Era demasiado mujer, y demasiado madre; había sufrido demasiado ella misma, para que pudiera engañarse sobre la verdad de las cosas, y no se perdonaba la extraña ceguedad con que había entregado a su hija a un destino peor que el suyo.

Calló un instante, concentrando su pensamiento, para añadir con el mismo tono que si hiciera una confesión: Los hombres no pueden comprender las angustias y las ambiciones de las mujeres de ahora. Necesitamos para vivir muchísimo mas que las hembras de otros tiempos. El automóvil y el collar de perlas son el uniforme de la mujer moderna.

Palabra del Dia

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