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Actualizado: 17 de junio de 2025


Al entrar en la colosal ciudad, es decir, al llegar al embarcadero de London-Bridge el tren que nos conducia, pasó por en medio de otros cinco que en diferentes direcciones marchaban, todos con grande número de coches, henchidos de gente. Tan portentosa actividad, tan grande número de líneas férreas arrancando de un solo punto, dan una excelente idea del movimiento industrial del pueblo ingles.

Las nueve serían de la mañana, y el cielo estaba alegre, como si le pareciese bien lo que sucedía en la tierra. Era el día del año señalado para llevar flores a las tumbas de los soldados muertos en defensa de la independencia de la patria. Entre compañía y compañía, iban carros enormes en la procesión, tirados por caballos blancos, y henchidos de tiestos de flores.

Añadamos que la exposición de los anfibios henchidos de paja, para ser verdadera debe presentar esos monstruos tan idénticos al hombre, de lado y en las posturas en que la ilusión sea más completa. Concededles esa honra, que bien merecida la tienen.

Valles profundos henchidos de nieve, cascadas bulliciosas y brillantes, precipicios de inconmensurable grandeza, el pequeño San Bernardo, colinas seculares de perfiles y contornos pintorescos, una asombrosa carretera que los salva y cruza desde el lado de Suse, cerca de Turin, hasta las mismas calles de Ginebra, todos estos accidentes reunidos, hicieron de mi viaje un estudioso y agradable recreo, que me produjo una no interrumpida serie de emociones halagüeñas.

Ulises no se había imaginado que el pequeño buque llevase tantas cajas. Cuando la bodega quedó vacía, desaparecieron los últimos marineros germánicos, y con ellos los cables que aprisionaban al velero. Un oficial le gritó que podía marcharse. Los dos sumergibles, más achatados sobre el mar que á su llegada, con los depósitos henchidos de esencia y aceite, empezaron á alejarse.

6 Ciertamente has dejado tu pueblo, la casa de Jacob, porque son henchidos de oriente, y de agoreros, como los filisteos; y en hijos ajenos descansan. También está su tierra llena de caballos; ni sus carros tienen número. 8 Además está su tierra llena de ídolos, y a la obra de sus manos se han arrodillado, a lo que fabricaron sus dedos.

Era distinto de los patios cercanos, henchidos de cadáveres. Sus diseminadas tumbas parecían monumentos de adorno, colocados allí sin otro objeto que alterar la verde monotonía de la vegetación. Eran sepulturas de ricos, de privilegiados, que aun después de muertos parecían guardar la tranquila compostura de los felices.

Y como estos conocimientos solían ser tan recientes que muchas veces databan de la noche anterior o del mismo día, su fuerza era irresistible. ¡Qué serie asombrosa de pormenores, cuánta erudición desplegaba en ocasiones! Los contrarios quedaban silenciosos y confundidos y los parroquianos de las mesas inmediatas henchidos de admiración.

Pasaban las aldeanas auvernesas, vestidas de colores apagados, la esportilla de paja puesta sobre la blanca escofieta, conduciendo sus vacas, cuyos ubres henchidos de leche se columpiaban al andar, y que, posando una mirada triste en los transeúntes, solían pegar una huida de costado, un trote de diez segundos, tras de lo cual recobraban la resignación de su paso grave.

Palabra del Dia

rigoleto

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