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Actualizado: 20 de julio de 2025
Los derechos políticos, la civilización autonómica, nunca producirán entre ellos más que envidias y escisiones, hambre y desesperación. Ser pobre y honrado es la mayor de las virtudes; y el pueblo, para ser virtuoso, necesita, antes que derechos y títulos pomposos que le ensoberbezcan, pan que le alimente y fe que le resigne al trabajo.
La nauseabunda guardilla, los harapos, la miseria, el hambre, las privaciones de todo género, las luchas de la virtud con las necesidades, la camilla y la fosa común, jamás han llegado ni llegarán á atormentar los pensamientos de Ambrosio.
Candish, que está del hecho entristecido, Presume de vengar el desafuero: Escribe en una carta, que el partido Que quiere, es que le den un caballero, Si es vivo, de valor y noble sangre, Sino que tomará al pueblo por hambre.
Diógenes abrió los ojos y le pareció encontrarse mucho mejor; incorporóse un poco y creyó hallarse bien del todo: su cabeza estaba despejada, sus miembros débiles, pero ágiles; hasta le pareció sentir un poco de hambre, hasta le ocurrió pedir para desayunarse una gran copa de ginebra con su par de terrones de azúcar.
Prefería ver el Arco de Triunfo con hambre, antes que la sonrisa melosa y los ojos terriblemente dulces del héroe de Cerro Pardo. Los comerciantes de la ciudad, extranjeros todos ellos que daban parte á Martínez en sus negocios y no se atrevían á acometer empresa alguna sin tenerle por consocio, le habían regalado por suscripción una espada «artística» y un uniforme de general.
Yo sé algo de esto. Conozco el hambre y el frío de los calabozos; he vivido en Siberia... Pero frente á nuestra tiranía ha existido siempre una protesta revolucionaria.
Tal era el aspecto que ofrecían aquellos desgraciados bajo la inmensa bóveda de los cielos. El suplicio del hambre en el fondo de un calabozo es horrible, sin duda alguna; pero al aire libre, bajo un cielo lleno de luz, a la vista de todo el mundo, en presencia de los recursos de la Naturaleza, eso excede a toda ponderación.
Todo cuando en la casa del avaro había, se convirtió en aquellos metales tan duros como su corazón. Atormentado por el hambre y la sed, salió al campo, y habiendo visto una fuente de agua cristalina, se arrojó con ansia a ella; pero al tocarla con los labios, el agua se cuajó y convirtió en plata.
Allá te quisiera ver colgado como una butifarra para ir a tirarte de las piernazas y verte haciendo más visajes que un cómico con hambre. ¡Política el señor Tragacantos! ¿De cuándo acá tenemos esas sabidurías?
¡Sí, madre del alma! ¿No nos dejó tu pobre padre muertos de hambre y con el agua al cuello, todo embargado, todo perdido? Sí, señora, sí... y eternamente yo.... Déjate de eternidades... yo no quiero palabras, quiero que sigas creyéndome a mí; yo sé lo que hago. Tú predicas, tú alucinas al mundo con tus buenas palabras y buenas formas... yo sigo mi juego.
Palabra del Dia
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